El Cementerio de Bilbao se encuentra en una parcela de propiedad municipal de forma aproximadamente rectangular que se inserta entre los términos municipales de Derio y Zamudio, ocupando una superficie de 208.566 m2.

A finales del siglo XIX las infraestructuras funerarias del consistorio bilbaíno necesitaban renovarse. Las instalaciones del Cementerio de Mallona pese a haber sido ampliadas en 1867 resultaban insuficientes y se encontraban en muy mal estado hasta tal punto que en 1887 se acordó en una sesión de la corporación municipal prohibir la visita al mismo el día de Todos los Santos y buscar una solución definitiva al problema.

La elección de un nuevo emplazamiento estaba condicionada por la reglamentación aprobada en 1886 que planteaba unos requisitos muy exigentes en cuanto a superficie, idoneidad del terreno y distancia respecto a la zona habitada, lo que derivó en la imposibilidad de ubicarlo dentro del término municipal. Por ello en 1891 se convocó un concurso para la búsqueda de terrenos particulares situados fuera de la jurisdicción de la villa.La oferta que finalmente resultó escogida, un terreno denominado Vista Alegre ubicado entre Derio y Zamudio,fue presentada por Emiliano de Olano,consejero de la compañía del Ferrocarril de Bilbao a Lezama. La propuesta contaba con una gran ventaja pues el solar se ofrecía gratuitamente en previsión de que la apertura del cementerio asegurase una clientela fija para la nueva línea de tren que se preveía inaugurar en breve.

Las obras de construcción se iniciaron en 1895 según un proyecto original del arquitecto municipal Edesio de Garamendi, aunque su delicado estado de salud no le permitió concluirlo, tarea que finalmente recayó en Enrique Epalza.La inauguración oficial tuvo lugar el 27 de abril de 1902.

El Cementerio cuenta a la entrada de un conjunto de edificios de servicios de estilo ecléctico con marcada inspiración románica. Lo componen una gran galería porticada con planta en forma de “c” en cuyo eje se sitúa la capilla religiosa y prolongando el brazo donde se encuentra ésta, el depósito de cadáveres a la izquierda y el crematorio a la derecha. Las antiguas casas del enterrador y el capellán, a ambos lados de la entrada, acogen oficinas administrativas. Ante la capilla, se abre un gran espacio ajardinado con cipreses, palmeras, cedros y magnolios, precedido por la cripta diseñada por Manuel Ignacio Galindez para acoger los restos de los presos fusilados durante los asaltos a las cárceles de 1936 y 1937.

Tras la galería se extiende una zona de enterramientos dividida en parcelas rectangulares, entre las que se inserta una gran cruz latina.En su centro se emplaza la zona más sobresaliente del camposanto: la Plaza de la Virgen de Begoña. Se encuentran allí los panteones más notables, vinculados a la elite de la sociedad vizcaína,diseñados por los arquitectos más relevantes de principios del siglo XX. Destacan los de las familias Martínez Rivas(Enrique Epalza), Olabarri (Ricardo Bastida), Ybarra (Severino Achucarro), Chavarri (Mario Camiña) o Somonte Basabe (Manuel Mª Smith Ibarra). Junto a la calidad de los proyectos hay que valorar la variedad de estilos que representan: eclecticismo, neoclasicismo, modernismo o neomedievalismo.

En el eje principal se encuentra el panteón dedicado a la memoria de los Niños fallecidos en 1912 en la trágica evacuación  del Teatro Circo del Ensanche. Diseñado por los arquitectos municipales encabezados por Ricardo Bastida cuenta con esculturas realizadas por alumnos de la Escuela de Artes y Oficios bajo la dirección de Higinio Basterra.

Higinio Basterra es precisamente uno de los escultores con más obra en el cementerio bilbaíno, autor de panteones que evocan la obra de Auguste Rodin (Azkue, MaizNordhausen).Junto a él destaca Quintín de Torre quien se muestra más dramático y teatral,revelando su conocimiento de la imaginería procesional castellana (Maiz, Amaia Ulacia). El clasicismo renovado de las rotundas figuras de Valentín Dueñas (panteón Echevarria-La Llana) representa otra de las propuestas escultóricas más atractivas.

En unas corrientes más vanguardistasse incluyen la figura del doliente del panteón de Vicenta Tomé, caracterizada por el tratamiento geométrico de la figura, obra de Manuel Basterra, o la simplicidad y el contraste cromático de la sepultura de la familia Hormaeche, realizada por Joaquín Lucarini.

Jesús Muñiz Petralanda