Durante los años 50 y el primer quinquenio de los años 60, hubo un surgimiento extraordinario del chabolismo –denominadas por la prensa escrita local como edificaciones clandestinas al no poseer licencia de construcción- por toda la trama urbana de Bilbao. Fue una consecuencia más de la llegada masiva de miles y miles de personas en busca de una mejora en sus expectativas de vida y de la incapacidad de las autoridades para hacer frente al extraordinario déficit en viviendas. Fue un hecho a tener en cuenta que la precariedad de viviendas en condiciones de habitabilidad y de salubridad además del precio demasiado elevado de las que había en el mercado, aunado a que el suelo era explotado por terceros que los adquirían para su posterior reventa, siendo un negocio de parcelación ilegal y de precios, hizo que muchos de estos pegujaleros acabaran cayendo en manos de quienes hicieron negocio con la miseria.

 Pocos años después las cifras que se daban por las propias autoridades bilbaínas de 40.000 personas viviendo en chabolas y más de 100.000 en subarriendo entre una población de 290.000 habitantes, evidenciaba la gravedad del problema, las consecuencias de mirar hacia otro lado y la ineptitud de las autoridades. La evidencia física era visible en cualquier parte de Bilbao, dado que hubo a finales de los años 50 hasta 30 arrabales que rodeaban la villa diseminados por las laderas de los montes, junto a los ferrocarriles, a los muelles de la ría, en vaguadas o bajo los puentes.

 Las chabolas eran construcciones temporales, supuestamente  hechas lo mismo de maderas, de cartones, de telas embreadas, de chapas de metal, con tejavanas, piedra, incluso ladrillo o revoque. La mayoría eran construcciones de muy mala calidad carentes de agua corriente y de luz eléctrica.

 Resultó ser el problema del chabolismo, al ser construidas las chabolas sobre terrenos de otros, algo que sus usuarios no podían defender legalmente. Incluso era común que quien abandonaba la chabola luego la alquilaba a otros por lo que el problema lejos de resolverse persistía.

 El otro grave problema de la inmigración masiva fue el del subarriendo o realquiler de las viviendas, llamado chabolismo invisible por la prensa local, por tener los alquileres y la compra de vivienda con precios muy abusivos por culpa de la permisividad institucional y por culpa de leyes como la de Arrendamientos Urbanos que ya entonces se pretendía revisar. A pesar de que existían miles de pisos libres en Bilbao, sin embargo, actuaban sus dueños como verdaderos especuladores haciendo que aumentara con el paso del tiempo el precio del suelo. Al igual que con las chabolas el problema venía de lejos ya que en 1951 había ya en la villa 14.000 subarrendados. El problema con el paso de los años no hizo sino aumentar hasta más de 20.000 familias en 1960. Hubo zonas de la villa como el Casco Viejo, Bilbao La Vieja, Ollargan o La Peña, con unos altos índices de subarriendo. Incluso las autoridades difícilmente podían demostrar el subarriendo para cercenarlo si no existían recibos que lo demostraran porque al cliente que lo exigía se le echaba de inmediato a la calle.

 El del chabolismo y el del subarriendo fueron dos de los más graves problemas que tuvo la villa de Bilbao que lejos de resolverse no solo persistieron durante los años 60 y 70 sino que tuvieron constantes repuntes. Una de las causas fue que Bilbao nunca dejó de ser atractivo para quienes llegaban del ámbito rural en busca de una mejora en sus expectativas de vida.

 

Luis Bilbao