El Convento de la Merced es la sede de Bilborock, entidad municipal destinada a la promoción de diversas manifestaciones culturales de la juventud bilbaína

La iglesia del convento de la Merced es el único edificio que sobrevive de los varios que se levantaron durante el segundo impulso que experimentó la arquitectura conventual en Bilbao, que tuvo lugar en el siglo XVII. Se encuentra en la orilla izquierda de la ría, junto al muelle y el puente del mismo nombre. Fue sede de una comunidad religiosa mercedaria hasta el año 1970, cuando las monjas se trasladaron al nuevo monasterio de Lañomendi (Loiu).

No se conocen con precisión los orígenes del convento, pero sabemos que deriva de un beaterio que se situaba en la calle Somera, donde aún permanecían las monjas en 1543. En 1619 se menciona por primera vez el convento de las Mercedarias beatas de San José, aunque no se precisa su ubicación. Dos años más tarde, el 19 de marzo de 1621 cuando la comunidad adopta la clausura ya se la denomina como Mercedarias de San José de la Naja, por lo que se deduce que existió un edificio previo al actual, pues éste data de la segunda mitad del siglo XVII.

La iglesia que hoy se conserva fue edificada entre 1663 y 1673, realizando las obras el arquitecto cántabro Antonio Ortiz de la Colina, hasta que fallecido éste en 1666, le sustituyeron Francisco de Elorriaga y Juan de Urzaque. El coste del proyecto fue de 82.000 reales.

A mediados del siglo XVIII se acometieron nuevas obras que afectaron a la cubierta e interiores;las realizaron los carpinteros Jose de Mecolalde y Pedro de Larrina, quien se ocupó asimismo de rehacer el retablo mayor, dañado en 1874 durante los bombardeos de la segunda guerra carlista.

Tras el traslado de la comunidad, el edificio fue adquirido por el ayuntamiento en 1990. Desde el 7 de abril de 1997 es la sede de Bilborock.

La iglesia se correspondía muy bien con los prototipos de arquitectura conventual barroca. Es de planta basilical de tres naves que remata en cabecera recta y cuenta con un crucero alineado cubierto por cúpula casi hemiesférica y un amplio coro en alto a los pies.

Su fachada se compone de una pantalla rectangular delimitada por pilastras toscanas en la que destaca mucho el eje central. En este se dispone en un primer cuerpo el acceso en medio punto, entre pilastras cajeadas y decorado con entablamento que incorpora el escudo de la orden, y sobre este un segundo nivel con vano también de medio punto; ambos están coronados por pináculos con bola y un óculo en el remate. Es una portada severa, muy apropiada para el gusto clasicista del siglo XVII.

La espadaña, asimismo de dos cuerpos, dispone de tres vanos semicirculares, que se encuadran entre pilastras cajeadas y pináculos con bola escalonados. Las placas recortadas que decoran las pilastras son propias del siglo XVIII, por lo que esta parte de la fachada se realizaría al tiempo de las reformas emprendidas a mediados de aquel siglo.

 

Jesús Muñiz Petralanda