Organismo encargado, desde el año 1887, de la higiene y salubridad de los alimentos de procedencia animal en Bilbao, así como de la prevención de enfermedades de animales transmisibles al hombre (zoonosis). Formado en un principio por dos veterinarios, pronto aumentó su número y fue creciendo a lo largo del siglo XX hasta alcanzar doce plazas cuando desapareció como cuerpo regido por un reglamento propio y fue integrado en una de las áreas municipales en el año 1986.

El primer albéitar bilbaíno del que tenemos constancia escrita fue Juan Martínez d’Enderica, que figura como propietario de una viña en el año 1449; pero es probable que Bilbao contara con algún albéitar desde su fundación en el año 1300.

Su trabajo estaba dirigido a la cabaña local y nunca los encontramos actuando al servicio del Ayuntamiento. No faltan ocasiones en las que éste dicte normas referentes a la salubridad de las carnes de consumo, como cuando ordena en 1498 que Ningún carnicero ni persona que tenga bubas no corten ni desollen carne o cuando en aquel mismo año se da por enterado de que: Dicen que los carniceros inchavan los carneros e cabritos e otros ganados, de donde se seguía gran mal según las bubas e otras enfermedades que había. Cosa que prohíben hacer tanto en público como en secreto. Pero todo ello se hace sin la intervención del albéitar.

No sabemos en qué año aparecen los “veedores de carne”, encargados de su vigilancia. En un principio se encomienda esta tarea a carniceros expertos, pero a comienzos del siglo XIX comienza a elevarse el nivel de exigencia, sobre todo a raíz de que la recién nacida Facultad de Veterinaria de Madrid redacte en 1802 un informe en que razona de forma impecable la exigencia de que el control de las carnes y otros alimentos de origen animal sea encomendada a los veterinarios. 

En Bilbao, Bernardo Ibáñez, vecino de la Villa, maestro herrador y albéitar se dirige al Ayuntamiento en el año 1831 diciendo: Como en las ciudades, villas y lugares de nuestra España tienen reconocido y anualmente asalariado un albéitar y no de otra profesión para el reconocimiento de las reses que se matan en la carnicería  …. Exponiendo a continuación sus méritos para ser encargado de esa labor; pero el Ayuntamiento decide que continúe encargándose de esa tarea el carnicero.

El 8 de marzo de 1855, a raíz de un oficio de José María Ealo, subdelegado de veterinaria, diciendo que la inspección de carnes en Bilbao era efectuada por personas incompetentes, el Ayuntamiento acuerda que se encargue de ello él mismo como veterinario municipal, con una dotación de 8 reales diarios. Pronto se le encarga la inspección de otros artículos alimenticios en el mercado y en las tiendas, por lo que se incrementa su salario a 10 reales a partir del 1 de enero de 1856. También son nombrados veterinarios en Abando y Begoña, anteiglesias que más tarde se anexionarían a Bilbao.

Durante los años siguientes hubo varios intentos de crear una segunda plaza de veterinario, lo que no se consiguió hasta el año 1880, en que coincidieron dos profesionales, padre e hijo, que sentaron las bases de los que iba a ser el Cuerpo  Municipal de Veterinarios: Francisco e Isidoro León. En 1887 el Ayuntamiento aprobó el Reglamento que, con algunas modificaciones, lo iba a regir durante cien años. En 1890, tras la dimisión de Isidoro y el fallecimiento de Francisco León, son cinco los profesionales que lo integran:

-Don José Juarrero, Inspector General.

-Don Julián Guerra, Plaza del Mercado.

-Don Joaquín Abrisqueta, Mercado del Ensanche.

-Don José Goenaga, Matadero

-Don Ignacio Guerricabeitia, Matadero.

Sus funciones incluyen el reconocimiento del ganado antes y después de ser sacrificado en el matadero, así como el control higiénico de las carnes, pescados, setas  y derivados lácteos antes de su venta en los mercados, retirando aquellos que a su juicio no reúnen condiciones higiénicas. Se inspeccionan también los establecimientos comerciales dedicados a la alimentación o a la hostelería y la industria alimentaria. En 1900 se crea el servicio canino que atiende a la vacunación antirrábica, a la recogida de animales abandonados y al seguimiento de los animales mordedores para descartar la presencia de rabia. El Centro de Verificación de Leches creado pocos años más tarde completa este cuadro.

Tras la anexión de Begoña y Deusto (1925), el Cuerpo alcanza su plenitud. Sus funciones no van a diferir de las de años anteriores, pero se reforma su organización y se incrementa el número de veterinarios, hasta llegar a doce.

Durante los largos años de la posguerra tiene lugar una decadencia acusada de la sanidad municipal, pero el Cuerpo de Veterinarios es el que resiste mejor y mantiene un nivel más alto. Más aún, a partir del año 1977, cuando resurge de nuevo la preocupación por la higiene de los alimentos, sobre todo después del escándalo de las intoxicaciones por aceite de colza. En 1986 desaparece como cuerpo regido por un reglamento y se integra en una de las áreas que crea una nueva organización municipal.

Juan Gondra Rezola