El Asalto es una novela publicada en 1930 por el socialista Julián Zugazagoitia. Esta obra se encuadra en la novela social, y mezcla hechos y personajes verídicos (como la huelga de 1890 y el personaje de Facundo Perezagua) con situaciones inventadas para dar consistencia a la narración. Zugazagoitia narra el advenimiento de una nueva ideología, el socialismo, a través de la exposición de su hecho fundacional, la huelga minera de 1890, y un acontecimiento importante, la huelga minera de 1903.  El objetivo del autor es reforzar la memoria colectiva política de este partido y dar voz a los olvidados en la literatura, que son los proletarios. Así, Zugazagoitia recrea el ambiente que se respiró en Bilbao y en las minas durante los primeros años del socialismo.

En la narración del nacimiento del movimiento obrero vizcaíno y de la consolidación del socialismo aparecen entrelazadas la cuestión religiosa, la cuestión nacional y la cuestión de clase. La obra comienza con un diálogo entre Facundo Perezagua, recién llegado a las minas, y un cura carlista, Don Carmelo. El diálogo es una exposición que contrapone la resignación cristiana ante las condiciones de vida y la naciente ideología de lucha de clases que clama por acabar con esa situación. A lo largo de esta primera parte se describen de manera descarnada las condiciones de vida de los mineros previas a la llegada del socialismo.

Por otra parte, Zugazagoitia muestra la transformación de los mineros tras abrazar el socialismo, es decir, el proceso de adquisición de la ideología socialista. Lo hace a través de los personajes de  Saturnino Gómez, Medinilla y Bautista Eguilez. Así, de ser “pendenciero y bebedor”, el obrero socialista abraza las letras y abandona el ocio ligado al alcohol, tal y como hace Saturnino, a quien "le gustaban las mozas y hasta entonces había llevado una vida, como la de todos los mineros jóvenes, borrascosa y tabernaria. Cuando ingresó en el grupo comenzó a corregirse, y como era de los que no sabían leer, inició el aprendizaje".

Zugazagoitia también presta atención a los hechos políticos del momento. Así,  narra de manera pormenorizada la huelga minera de 1890, subrayando la importancia del liderazgo ejercido por Perezagua. Además muestra de un modo magistral las emociones sentidas por los diferentes grupos sociales. Desde el miedo de una burguesía bilbaína poco acostumbrada a que los mineros se organizasen, a la esperanza que nace en los obreros tras el primero de mayo. En el texto aparece la “ilusión” de los obreros ante el triunfo sobre los patronos, pero también los actos violentos que los socialistas censuran duramente, y las acciones de las mujeres, que no dudan en enfrentarse a las fuerzas de seguridad desplegadas en la zona. El segundo hecho que se narra es la huelga de 1903, a la que no duda en llamar la “Semana de Pasión”.

La cuestión religiosa subyace a lo largo del relato, y lo hace a través del personaje del sacerdote Fermín Ayestarán, enviado a la población minera de San Salvador del Valle. Zugazagoitia nos muestra cómo el pensameinto de Fermín sobre los obreros mineros va cambiando desde su llegada, cuando culpa a la irreligiosidad de los mineros de los problemas de las minas, hasta el momento final, cuando acaba empatizando con ellos y enfrentándose al enviado del obispado, el jesuita Padre Obeso.

Las mujeres obreras también aparecen representadas en esta novela y con ellas la cuestión de la prostitución, un tema muy debatido por el socialismo del momento. Zugazagoitia hace un paralelismo entre el minero y la prostituta, por ser ambas actividades sucias y estar rodeadas de miseria y pobreza. Eso sí, el tema de la prostitución es tratado de un modo poliédrico, mostrando la multitud de matices de esta realidad. Así, el personaje de Soledad encarna a la prostituta madre de familia, “mujer casta” en palabras del autor, que ha de ejercer la prostitución para sacar adelante a sus hijos, pero que al mismo tiempo goza de una respetabilidad social. El personaje de Paquita encarna a la prostituta que se aleja de ese mundo y acaba regentando un negocio y casándose.

 Zugazagoitia también aborda el tema de la homosexualidad, una condición que liga al mundo burgués y patronal. Lo hace a través de Parladé, el capataz, quien “se perfuma como un marica” y comparte lecho con otro obrero minero apodado “La Señorita”.

 


Sara Hidalgo García