El Botín es una novela perteneciente al realismo social escrita por el socialista Julián Zugazagoitia en 1929. La obra nos sitúa en el contexto de la Primera Guerra Mundial, cuando los formidables beneficios que el conflicto bélico reporta a las industrias vizcaínas contrastan con la cada vez más elevada miseria en que viven las familias obreras. Este escenario se ve a través de los ojos del personaje principal, Antonio Zúñiga, que a lo largo del relato va entrando en los “siete pecados capitales” que gobiernan la ciudad de Bilbao, a juicio de Zugazagoitia. El escenario que se describe es el de un Bilbao rico, despreocupado, donde el champán corre (el champán pasó a denominarse “agua de Bilbao”) y donde abunda el derroche. Es el mismo Bilbao donde las familias obreras viven en una situación de constante escasez, y donde muchas mujeres obreras en ocasiones tienen que traspasar la línea de la prostitución para subsistir. De hecho, el relato trata de un modo especial la cuestión de la prostitución y la de los problemas sociales, que desembocan en la huelga de 1917.

La novela pivota sobre cuatro ejes principales, que son los que aglutinan la “educación sentimental de un joven socialista en el Bilbao neutral de los siete pecados capitales”:

Por una parte se narra la historia familiar del protagonista, Antonio Zúñiga y su educación en una familia profundamente católica y el posterior alejamiento de la fe, y por tanto de la familia. También se abordan las dos iniciaciones en la vida de un joven obrero socialista: la iniciación en la vida política, ingresando en las filas socialistas, y en la vida sexual, de la mano de una prostituta, a la que, de un modo un tanto pueril, Antonio considera una “pecadora redimible”.

El segundo eje tiene que ver con la vida cotidiana del Bilbao de la I Guerra Mundial, que Zugazagoitia describe con una gran riqueza de detalle. Es la época en que la neutralidad española en la contienda europea reporta importantes beneficios a las empresas vizcaínas. Es también la época en que aparecen los llamados “nuevos ricos”, gente que se ha enriquecido en poco tiempo pero cuyo comportamiento delata sus orígenes. Aquí aparecen la gula y la avaricia, representadas en copiosas comidas regadas con abundante champán; o por los intentos de los nuevos adinerados por mostrar sus riquezas a la sociedad. Además se aborda la cuestión de la lujuria a través de la prostitución y la doble realidad que subyace en ella: por una parte, lo que en la época se llamaron “las mantenidas”, prostitutas a las que algún rico bilbaíno compraba un piso; y por otra parte, las mujeres que ejercen en la calle, a las que Zugazagoitia llama “las cien mil hijas de San Luis”.

Este escenario de riqueza y abundancia en que vive la burguesía contrasta enormemente con los profundos problemas sociales que experimentan las clases populares de Bilbao. Este es precisamente el tercer eje de la novela. Los conflictos laborales y los altos precios de los productos de primera necesidad van generando un caldo de cultivo de la que será la huelga revolucionaria de 1917, secundada por una gran parte de la población trabajadora. El organizador de esta huelga es el personaje de Fernando Tuero, que no es otro que Indalecio Prieto. En la huelga Antonio resulta encarcelado, y ahí vivirá los sinsabores de la prisión, el contacto con otras culturas políticas de la época, la amistad y la discusión política.

La novela finaliza con el fracaso de la huelga y la desilusión, que constituye el cuarto eje. Fernando Tuero ha de escapar a Francia ante el peligro de ser arrestado, y poco a poco la ilusión por un nuevo futuro se torna en amargura y Antonio siente  que están “vencidos sin esperanza”. Tras la huelga Bilbao sigue igual que antes, entregado a la lujuria y a la avaricia. Sintomáticamente la novela acaba con la organización de una corrida de toros en Bilbao, símbolo de que la realidad bilbaína posterior a la huelga no ha cambiado demasiado.


Sara Hidalgo García