Grupo escolar, actualmente desaparecido, erigido por el arquitecto bilbaíno Luis Vallejo por encargo de la Federación de Escuelas Vascas/ Eusko Ikastola Batza.
El proyecto escolar se inscribe dentro de la
importancia que tuvo la renovación y la modernización de la escuela y su
arquitectura durante la II República, y del respeto a la pluralidad lingüística
del Estado.
Sin embargo, a diferencia de Cataluña, en el País
Vasco, el bilingüismo no fue posible en la educación pública. Ante esta
situación el Partido Nacionalista Vasco, intentó crear con sus propios medios,
un modelo de escuela vasca. Se trataba de un sistema educativo propio que
quería mejorar la formación escolar según prácticas pedagógicas modernas,
facilitar el aprendizaje del euskera (en un entorno bilingüe euskera/
castellano) y otros conocimientos relacionados con el País Vasco dentro de un
espíritu cristiano. El 4 de marzo de 1932 se creó la institución que se
encargaría de gestionar el proyecto: la Federación
de Escuelas Vascas/ Euzko Ikastola- Batza. La federación se centró en la
enseñanza primaria, principalmente en Bizkaia, aunque también estuvo presente
en Gipuzkoa.
El proyecto escolar tuvo que hacer frente a diferentes
problemas como la falta de reconocimiento oficial de la formación ofertada, la
carencia de profesorado cualificado, la ausencia de material docente en
euskera, así como problemas económicos y de necesidad de centros escolares. La
mayoría de las escuelas se instalaron en edificios ya existentes en el área
metropolitana de Bilbao (Barakaldo, Bilbao, Galdakao, Getxo, Portugalete y
Sondika), otras localidades de Bizkaia (Amorebieta, Elorrio y Ondarroa) y
Gipuzkoa (Bergara). La Federación también erigió un grupo escolar de nueva
planta en la capital vizcaína: el grupo de Errotatxueta que fue encargado al
joven y moderno arquitecto Luis Vallejo en 1932.
Las escuelas se ubicaron en un solar particular,
propiedad de Pilar de Bengoechea, madrina de las escuelas. El terreno estaba al
final de la Gran Vía, junto al Parque de Doña Casilda de Iturrizar. En una zona
todavía sin construir, destinada a alojar las viviendas acomodadas. Por lo que
se trataba de una construcción que tenía que ser temporal y económica. Para
ello el arquitecto bilbaíno, siguiendo la petición de la Federación, ideó una
estructura desmontable en madera, similar a otras experiencias que se estaban
desarrollando por otros arquitectos modernos.
En el grupo de Errotatxueta Vallejo siguió una
estructura de peine, muy habitual en otras propuestas, principalmente alemanas,
que se estaban desarrollando en aquellos años. Desde un pórtico abierto se
podía acceder a dos bloques perpendiculares que actuaban a modo de púas. Los
bloques de una única planta, tenían una cubierta a dos aguas y eran de
diferente tamaño. En ellos se albergaron las clases, los baños y otras
dependencias auxiliares. El bloque más grande tenía tres clases y el más
pequeño dos. Las aulas eran rectangulares, de 6 metros de ancho por 9 metros de
largo, y estaban abiertas por grandes ventanales corridos que permitían
abundante luz natural.
En el interior, siguiendo las pautas pedagógicas
modernas que eran habituales en la Federación, las clases utilizaban muebles
movibles, y los alumnos se agrupaban en torno a mesas familiares. Gracias a
ello se permitía adecuar el aula a las necesidades pedagógicas de cada momento,
y se facilitaba un trato más directo del profesor. De igual forma, la ubicación
en planta baja daba acceso directo a la zona de recreo, y permitía realizar
actividades al aire libre, tal como se fomentaba desde las prácticas didácticas
novedosas de la época.
En septiembre de 1932 Vallejo ultimaba el proyecto, y
el domingo 15 de enero de 1933, tres meses después, se inauguró el grupo escolar
de Errotatxueta, el más importante de toda la Federación. Se trataba de un
centro mixto, que era poco habitual en la época. En 1933 había en él 216
alumnos y 5 profesores, es decir, 43,2 alumnos por profesor, que en aquellos
años era un promedio común. De esta forma el centro absorbía el 62,43% de la
oferta de la Federación en la capital vizcaína, y el 26,93% de toda la
institución.
Errotatxueta fue presentado por la Federación como el
modelo de un proyecto educativo que acababa de iniciarse. De hecho, es posible
que la Federación, de haber contado con más medios, hubiera repetido la
experiencia bilbaína. Sin embargo, el grupo escolar no tuvo carácter de
continuidad debido a las dificultades económicas de la época, y posteriormente,
por el establecimiento de un régimen totalitario contrario a la pluralidad
política, cultural y lingüística del Estado, y con otras ideas sobre la
enseñanza de sus ciudadanos.
Tras la ocupación de Bilbao el grupo escolar fue desmantelado y a partir de 1939, sobre el solar que ocupaba se construyeron varios grupos de viviendas.
Francisco Javier Muñoz Fernández