La Iglesia de San Francisco de Asís es una de las parroquias de la Diócesis de Bilbao que se dispone en la calle Hurtado de Amezaga 24.

La parroquia de San Francisco de Asís –conocida como la Quinta Parroquia–fue promovida en 1887 por el obispo de Vitoria, que quiso hacer de ella su primera iniciativa en la Villa tras la creación de la diócesis: un gran templo expresión de la pujanza del catolicismo. Un proyecto de esa envergadura precisaba de la colaboración de la alta burguesía bizkaina, tanto para la adquisición del terreno sobre el que levantar el templo como para costear el edificio en cuanto tal.

El problema del solar se resolvió gracias a la donación por Francisco de Zabálburu de un terreno en la parte alta de la actual calle Hurtado de Amézaga, hoy nº 24. Su ofrecimiento fue rápidamente aceptado, ya que la ubicación brindaba la posibilidad de convertir la Quinta Parroquia en un “parachoques” frente al foco ateo y socialista que era el inmediato barrio de San Francisco.

A la hora de financiar la iglesia se recurrió a la suscripción popular. Se pretendía así implicar en el proyecto a toda la villa, pero probablemente también fortalecer la posición dominante de la Iglesia en la sociedad bilbaína: el presumible éxito de la suscripción serviría de testimonio de la devoción popular y de la general aceptación de sus propuestas. Pero en realidad el peso decisivo lo tuvo la donación de Francisco de Zabalburu que contribuyó con las 3/4 cuartas partes de lo recaudado  y en menor medida otros contribuyentes, entre estos destacar al Ayuntamiento de Bilbao con algo más del 10%.

Esta iglesia proyectada por el arquitecto Luis Landecho, cuya construcción se inició en 1890 y no se culminó hasta 1908, constituye una de las muestras más logradas del neomedievalismo en la arquitectura de Euskal Herria. En este encargo aplicó con brillantez la teoría violletiana del gótico (la lectura que hizo el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc de este estilo poniendo en valor su coherencia constructiva), un hecho patente tanto en el diseño como en la esmerada ejecución del proyecto. Los planos de la iglesia se dibujaron hasta el último detalle: se realizaron más de cuatrocientos dibujos en los que se especificaban todos los despieces de obra con la concreta ubicación de cada uno de los sillares.

Esta manera de proyectar nos revela el buen entendimiento que tenía Landecho del goticismo a la manera medieval, tanto en la ejecución, como si se tratase de un maestro a pie de obra, como en lo proyectual, con un conocimiento riguroso de la estereotomía (la manera de trabajar la piedra de sillería). Fruto de ello es la extraordinaria brillantez de cada uno de los detalles, siguiendo con precisión las pautas góticas, de una exacta perfección arqueologista. Se añade a todo ello la magnífica calidad de la fábrica, en sillería de piedra arenisca del Oiz y mármol rojo de Ereño.

Decisiva fue la solución dada al problema compositivo, porque la Quinta Parroquia partía del pie forzado de ubicarse en un solar entre medianeras (la disposición entre dos edificios de viviendas plurifamiliares) y abocarse a una calle no demasiado ancha. En consecuencia fue necesario diseñar una iglesia que tuviera una marcada impronta urbana para no quedar convertida en un edificio anodino, subsumido en la trama del ensanche. A tal fin Landecho proyecta un edificio con una fuerte tensión vertical, con cincuenta y cinco metros de elevación sobre una calle de  veinte metros de anchura, reforzada con la disposición de dos torres. El modelo de referencia para el diseño fue el gótico francés del XIV, extraido de la lectura de Viollet-le-Duc y en menor medida de la catedral de la Almudena, el ejemplo más descollante de su tipo en España. El alzado de la iglesia de San Francisco de Asís presenta dos torres gemelas, terminadas en aguja calada, que arropan el cuerpo central (puerta de acceso, rosetón y hastial). El acceso se practica por un gran pórtico adintelado que destaca por el mosaico veneciano realizado por Agazzi en 1927, que representa la muerte de San Francisco de Asís,  para conmemorar las bodas de plata de la iglesia.

Interiormente la iglesia presenta la planta habitual en este tipo de construcciones: tres naves escalonadas con crucero, y cabecera poligonal. De hecho, el neomedievalismo impondría este modelo basilical como el prototipo a seguir en todas las iglesias, y salvo algún caso excepcional de planta central será el predominante hasta el Concilio Vaticano II, limitándose los arquitectos de cada período estilístico a resolver aspectos de técnica constructiva o de ornamentación, pero sin poder intervenir en las disposiciones espaciales, muy prefijadas.

La ornamentación interior de San Francisco estuvo muy cuidada: disponía de ocho retablos neogóticos, luego retirados en una reforma de la década de los sesenta, un espectacular púlpito y un magnífico conjunto de vidrieras realizadas por la casa Real Establecimiento de Baviera para vidrieras de Munich en 1908.

Gorka Pérez de la Peña Oleaga