La Escuela de Ingenieros Industriales tuvo sus inicios en 1898 y no sería hasta 1912 cuando salió la primera promoción y desde su fundación hasta 1958, había promocionado 2.150 ingenieros.

 Ante la nueva industrialización de Bizkaia en los años 50 y las perspectivas económicas de los Planes de Desarrollo, la nueva Escuela de Ingenieros de Bilbao se inauguraba en el mes de marzo de 1958 por el entonces Ministro de Educación, Jesús Rubio, y el Ministro de Industria, Joaquín Planell. La nueva escuela se ubicó sobre terrenos de Basurto y el diseño del proyecto fue obra del arquitecto Jesús Rafael Basterrechea. Fue un moderno edificio en forma de U en el que conjugaba diferentes léxicos: hormigón visto, cristales, metal y abundantes líneas horizontales.

 Ante la necesidad de mayores espacios que los de Basurto, los laboratorios se ubicaron sobre el suelo de Olabeaga, con un diseño industrial análogo al de la nueva escuela realizado por el mismo arquitecto.

 El gran artífice de la modernización de la escuela y de los laboratorios fue el ingeniero Leandro José Torrontegui su director, que trató de unir a la iniciativa privada y a la iniciativa pública en un intento de proveer a este proyecto de un futuro lo más estable posible. Otro de los ingenieros impulsores fue Joaquín Nebreda en torno a la nueva dimensión que pretendían darle a los laboratorios y a la escuela, ayudado por el ingeniero Alberto Orioviogoicoechea, promovieron un laboratorio de ensayos e investigación para atender las necesidades de la industria vizcaína. En 1955 se fundaron los nuevos laboratorios.

 La participación económica y tecnológica de los Estados Unidos dado que se sirvieron en la escuela de las inversiones económicas y de la donación de materiales y equipos en desuso, pero más modernos y mejor dotados que los de Bilbao, de varias instituciones y laboratorios estadounidenses, resultaron ser de un valor incalculable.

 Para los dirigentes de la escuela y de los laboratorios eran conscientes que la investigación y los avances  tecnológicos producirían cuantiosos beneficios que no podían despreciar si es que quería avanzar en el camino del progreso científico. Si hubo un hecho que contribuyó a fomentar la investigación en la sociedad bilbaína fue la necesidad de la supervivencia como excitante de la producción de ideas. La automatización gradualmente abarcaba un sector cada vez mayor en la industria y la fuerza humana era desplazada por las máquinas.

 El laboratorio Leandro José Torrontegui, llevaba años realizando una labor incomprendida por buena parte de la sociedad bilbaína con una intensa actividad con ensayos, estudios sobre los materiales de la construcción, visitas a centros de investigación en otros países, tratando de crear una inquietud entre quienes conformaban la industria de la construcción vizcaína. Haciéndoles ver a los constructores vizcaínos de las múltiples posibilidades y de los servicios que era capaz de prestar esta entidad.

 Los laboratorios Leandro José Torrontegui Ybarra reivindicaron como propias aquellas premisas científicas logrando y consiguiendo en 20 años de historia llegar a afianzarse como una organización dedicada a la investigación de primer orden. Era ya del todo reconocida su trayectoria en política constructiva. Desde hacía años venía planteando aquellas mismas premisas con visitas a centros de investigación de reconocido prestigio internacional, estudios en torno a proyectos del departamento de la construcción, actuando como plataforma de ensayos de estructuras, ofreciendo cursos, instruyendo en cuestiones relacionadas con la construcción, fomentando ciclos, conferencias, charlas y coloquios sobre la construcción. A fin de exponer y explicar los adelantos conseguidos, con los nuevos materiales y sistemas constructivos.

 

Luis Bilbao