Los cirujanos romancistas eran sanadores que obtenían su título después de trabajar como aprendices o “practicantes” de otro cirujano romancista diplomado, y superar un examen ante el Protomedicato. El examen se realizaba en romance castellano y de ahí el nombre con el que eran conocidos para diferenciarlos de los cirujanos latinos, que realizaban su examen en latín.

La primera noticia que tenemos referente a un sanador que cobrase un salario del Ayuntamiento bilbaíno se refiere a Margarita Sáez, asalariada el año 1513 para la curación de llagas a los pobres, con un sueldo de 4.000 maravedíes anuales. Antes y después de Margarita, fueron numerosos los cirujanos romancistas que atendieron a la salud de los bilbaínos, oscilando su número alrededor de seis, pero se trataba de un ejercicio libre, sin contrato con el municipio. Atendían a traumatismos, fracturas, dislocaciones, heridas, enfermedades de la piel, etc. aunque también la práctica de sangrías constituía una faceta importante de su trabajo diario. También eran los encargados de asistir a los pacientes en los hospitales creados durante las epidemias para enfermos de peste.

A mediados del siglo XVIII apareció una figura que iba a tener una continuidad casi hasta nuestros días: la de “cirujano-platicante” (sic)  del Hospital de los Santos Juanes en Atxuri; cirujano romancista encargado de garantizar una asistencia de urgencia permanente. Tenían obligación de residir en el propio hospital y no podían abandonarlo. Estos profesionales prestaron asistencia a los heridos y accidentados en la Villa hasta hace pocos años, primero en el Hospital de Atxuri y luego en el de Basurto y en las Casas de Socorro Municipales.

A finales del siglo XIX dejó de usarse el título de “cirujano romancista” y pasaron a ser conocidos como “practicantes”. En el ámbito del ejercicio privado continuaron realizando curas, sondajes, suturas y vendajes, pero la gran difusión de la administración de medicamentos o vacunas por vía subcutánea, intramuscular o intravenosa, hizo que la aplicación de inyectables fuera uno de sus trabajos más visibles. También fueron los encargados de aplicar la anestesia hasta que esa función pasó a manos de los médicos anestesistas.

Confluyeron con las otras líneas de la Enfermería, primero cuando practicantes y enfermeras fueron nominados “Asistentes Técnicos Sanitarios” (ATS), en 1958, y luego cuando fue creado el título de Diplomado Universitario de Enfermería.

Juan Gondra Rezola