Movimiento artístico y socio-político que tomaba sus referencias del mundo medieval y que se desarrolló en Europa a partir de mediados del siglo XVIII. En Bilbao irrumpió con fuerza en el campo de la arquitectura a finales del siglo XIX con intervenciones, casi exclusivamente, en edificaciones de carácter religioso, adoptando estructuras y lenguajes formales del estilo gótico.

Por un lado, y en el ámbito del Casco Viejo, las intervenciones más destacables consistieron en rehabilitaciones y reformas, como la llevada a cabo por el arquitecto Severino Achúcarro con su proyecto de nueva fachada y torre para la Iglesia Catedral de Santiago (1891), o la incorporación de las nuevas sacristías a la Iglesia de San Antón en su lado Este (1900), según proyecto del arquitecto Enrique Epalza.

El arquitecto José María Basterra fue el máximo exponente de esta nueva tendencia al realizar varios proyectos de construcciones de uso religioso en el Ensanche bilbaíno: la Iglesia de la Residencia en la Alameda de Urquijo (1891) para la Compañía de Jesús; la Iglesia de San José en la Plaza de San José (1905). Y fuera de este ámbito, en Bilbao la Vieja, la Iglesia del Colegio de los Claretianos en la calle San Francisco (1894), actual Museo de Reproducciones Artísticas, y la nueva espadaña de la Basílica de Begoña en la Plaza Juan XXIII, tras ganar el concurso convocado, concluida a principios del siglo XX.

El arquitecto Luis de Landecho también participó de esta tendencia neomedievalista que quedó reflejada en su proyecto para la Iglesia de San Francisco en Hurtado de Amézaga (1898), conocida también como la “quinta parroquia”, y que recoge todos los postulados de la arquitectura gótica: tres naves de diferente altura, estructuras estilizadas con bóvedas de crucería, amplios ventanales apuntados con vidrieras, rosetón, torreones con pináculos.

 


Francisco J. García de la Torre y Bernardo I. García de la Torre