Proyecto de extensión de la jurisdicción de Bilbao sobre el territorio de la anteiglesia de Abando a partir de un plano de ensanche urbano, iniciado en 1861 y abandonado sin realizar en 1865.

La tradicional saturación del espacio habitado dentro de los estrechos límites jurisdiccionales de la villa de Bilbao alcanzó un hito a fines del siglo XVIII. La presión de los altísimos alquileres, y la congelación del espacio edificado fomentado por los propietarios, estuvieron detrás de dos proyectos fracasados: el plan de Nicolás Loredo de 1786, que pretendía "aumentar el número de casas habitables de Bilbao y mejorar el aspecto de la Villa", y el del arquitecto Silvestre Pérez para el Puerto de la Paz (definitivamente desechado en 1814). En el mismo contexto, el mismo proyecto de la Plaza Nueva de Bilbao tardó treinta años en completarse (de 1821 a 1851).

A mediados del siglo XIX Bilbao carecía materialmente de suelo edificable en su jurisdicción, (la jurisdicción toral abarcaba 28,9 hectáreas para 15.747 habitantes en 1860) y eran muy limitadas las posesiones religiosas cuya desamortización pudiera jugar en favor del desarrollo urbanístico. De otra parte, la permanente pugna con las anteiglesias vecinas coartaba todo proyecto de expansión, ya que ello suponía modificaciones en el derecho y el régimen administrativo vigente, que chocaban con poderosos intereses establecidos.

En las mismas fechas, algunas de las principales ciudades españolas se enfrentaban a problemas similares, lo que llevó a un primer desarrollo legislativo que dio lugar los primeros proyectos de ensanche (Barcelona 1859, Madrid 1860). En ese contexto, el ayuntamiento de Bilbao consiguió la promulgación de la Ley de 7 de abril de 1861, reconocía la necesidad de esa expansión y otorgaba a Bilbao el derecho a hacerla en detrimento de las anteiglesias. Inmediatamente, el ayuntamiento de Bilbao encargó la formación del proyecto de Ensanche al catalán Amado Lázaro, ingeniero de obras públicas de la provincia desde 1854.

Lázaro completó su plano y memoria en octubre de 1862. Se trataba de un plan de ensanche muy influido por la reciente obra de Ildefonso Cerdá y sus ideas progresistas, manifestadas en el interés central hacia las cuestiones de higiene urbana, y específicamente hacia la aireación y la necesidad de zonas verdes. Tras un estudio pormenorizado de las condiciones locales en múltiples aspectos, determinó una proporción de 35% para patios y jardines, 35% para solares edificables y 30% para calles. A partir de este esquema definió manzanas de 113 metros de lado, y un callejero dominado por una Gran Vía en la dirección E-O de 50 metros de ancho, que se cruzaba por otra similar en sentido N-S formando una gran plaza. El resto de las calles se fijaron en 20 y 30 metros. Este proyecto, llevado al plano, suponía la ocupación de 229 hectáreas en la vega de Abando y otras quince hectáreas más en pequeñas porciones de Atxuri, Sendeja, Campo Volantín y Bilbao la Vieja, hasta totalizar 254 hectáreas.

Sin embargo, el plan fracasó por la oposición unánime de todos los organismos e instituciones implicadas, y quedó liquidado cuando en 1865 consiguieron un informe negativo de la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos. El principal error de Lázaro fue prescindir del hecho de que parte de los terrenos estaban ya edificados, lo que transformaba el plan en una decisión política donde se movilizaban grandes intereses con fuertes implicaciones en la Administración de la Villa. En palabras de los redactores del plan de 1876 (Alzola, Hoffmeyer y Achúcarro) proponía para Bilbao unas condiciones “… de lujo y comodidad a las que sólo han llegado algunas grandes ciudades de Europa, y especialmente las muy modernas fundadas recientemente en América”.

José María Beascoechea