Empieza.- La Salve. Termina.- Artatzamina.
Estos parajes, astillero y varadero en el siglo XVI, se conocieron como El Guindaste, término derivado del verbo guindar o mastear que significa proveer un barco de su arboladura; posteriormente se conocieron como La Grúa, hasta que tomó el nombre de El Siete.
Era el primer lugar desde donde se veía la torre de la Virgen de Begoña a la entrada de Bilbao por la ría. El autor anónimo inglés de Peter the Fable escribió en una ocasión: «Y sería muy reprobable, si todo paseante o caminante no rezase una salve a la Virgen, haciendo la mención correspondiente, e igual devoción se practique cuando se diferencia de paseo, y para que ninguno se excuse por ignorancia, hay en parajes elevados, tablitas de aviso con el siguiente rótulo: "Aquí se reza la Salve a la Virgen"».
En este paraje había un robusto encino, venerado por los bilbaínos como el tilo del Arenal o el árbol gordo de Arbieto, desaparecido con la rectificación de los muelles y el encauzamiento de la ría por la Junta de Obras del Puerto. El arquitecto Sabino Goicoechea (1826-1900), gran bilbaíno, compró el tronco con intenciones de esculpir en él, una imagen de la Virgen de Begoña para colocarla en el lugar donde las aldeanas de Deusto, al traer la vendeja a la villa, se paraban a orar mirando a la Basílica. No se pudo realizar el deseo de Sabino porque durante la Guerra Carlista, este tronco lo utilizaron para hacer leña con que calentar la comida de las tropas.
Al otro lado de la ría, hacia 1874, existía una suave playa que se conocía como Fontanet.
En memoria a la gente del mar de Vizcaya que, en este lugar de la ría y al divisar el Santuario de Begoña, rezaba la Salve, se erigió el monumento a La Salve en el año 1974 realizado por el escultor Agustín de la Herrán.
En La Salve tenía Abdón Mariano Romero, el rey de las sardinas, su tienda, y se consideraba el vendedor de escobas, cordeles y anchoas “sal-prensadas” más importante del norte de España.
Javier González Oliver