En la segunda década del siglo XX se producen una serie de cambios en el sistema productivo vizcaíno. La minería comienza su declive (llegando a niveles de 1880-1881) y la industria siderometalúrgica experimenta un gran despegue y modernización. El estallido de la I Guerra Mundial y la neutralidad española no hace más que beneficiar esta coyuntura, ya que los países contendientes de ambos bandos compran grandes cantidades de hierro.

Este contexto influye enormemente tanto en el modo en que se desarrollan las relaciones laborales como en el propio movimiento obrero vizcaíno. También genera no pocas tensiones dentro del Partido Socialista sobre la táctica a seguir a la hora de articular las reivindicaciones. Así, una parte del Partido considera que Vizcaya ha entrado en su “segunda fase”, usando las palabras del joven José Urra. Por ello el sector del partido crítico con la política perezaguista considera que hay que intensificar la propaganda socialista “en la zona de las factorías industriales (…) en las obreras poblaciones de Sestao y Baracaldo” (El Socialista, 11.04.1913). En este escenario, el colectivo minero va perdiendo fuerza gradualmente dentro del socialismo vizcaíno en favor de trabajadores fabriles, especialmente los metalúrgicos.

Ante esta coyuntura se hace necesaria la fundación de un sindicato metalúrgico que agrupe a este colectivo. En marzo de 1914 se funda el Sindicato Metalúrgico de Vizcaya, rodeado de “un gran espíritu de confraternidad y tolerancia” (El Liberal, 23.03.1914).  . El aumento de número de trabajadores metalúrgicos lleva al socialismo a considerar que “sin duda alguna será este organismo obrero la fuerza más numerosa de Vizcaya, y no será posible en lo sucesivo seguir desatendiendo los intereses de los obreros metalúrgicos” (El Liberal, 23.03.1914). Indalecio Prieto, quien encarna una nueva forma de entender el socialismo diferente a la de Perezagua, participa activamente en la configuración de la organización.

A lo largo de 1916, el Sindicato tiene un papel principal en diversas movilizaciones. Su papel es tan relevante que es considerado “el nervio y el cerebro de todas las organizaciones obreras vizcaínas”. Las acciones que protagoniza son una muestra de un nuevo modo de entender la lucha obrera. La presión de clase ahora se basa en el perfil técnico del obrero, en “el carácter profesional de su oficio”, en palabras de Indalecio Prieto. 

Además, este Sindicato no estará solamente involucrado en cuestiones laborales, sino que, en sintonía con la segunda etapa del socialismo, articulará reivindicaciones de tipo político. Es de destacar su implicación en la huelga general de 1917. Durante este suceso se constata el cambio que se ha producido en el movimiento obrero vizcaíno. Ya no se lucha exclusivamente por mejoras laborales o salariales, como había ocurrido en las huelgas mineras de 1890, 1903 o 1910, sino que ahora las reivindicaciones de tipo político, pidiendo mayores cotas de democracia y derechos individuales: “los sindicatos obreros no luchan solamente por aumentar los salarios y reducir la jornada de trabajo (…) no solo de pan vive el hombre, sino que necesita mayores libertades para desenvolver su acción” (El Socialista, 21.06.1917).


Sara Hidalgo García