Hija de Juan de Iturri y Astorquiza (Gamiz-Fika, 7 de marzo de 1871) y Ticiana Landajo Ugalde (Abando, 3 de marzo de 1872). Su padre fue el hijo menor de una familia numerosa de un caserío de Gamiz. Estudió contabilidad y comercio. Comenzó a trabajar con los Salazar, una familia de Portugalete de abolengo con negocios mineros, entre ellos, una empresa minera en Andalucía cuyo gobierno encomendaron a Juan Iturri, quien se trasladó a vivir a Lora del Río con toda su familia cuando Ticiana era todavía muy niña. Hombre emprendedor, fundó una empresa de suministros radicada en Sevilla y allí llevó también a su familia, y allí estudió Ticiana el bachiller, en el Instituto San Isidoro, donde estudiaron Severo Ochoa y Manuel Machado. No quiso cursar los estudios de licenciatura ni en Sevilla ni en la vecina Cádiz, y marchó a la Corte para realizarlos. Quizás pesara en esta decisión la búsqueda de un ambiente universitario más proclive que el de Sevilla para la presencia de alumnas en sus aulas.

Durante sus años de residencia en Sevilla y Madrid no perdió nunca el hilo conductor con su Bizkaia natal, pues todos los veranos ella y toda su familia se trasladaban a Sopelana, donde residían en un chalet que fue conocido durante años como “casa de los sevillanos”.

Al finalizar los estudios de Medicina en la Facultad de San Carlos, en Madrid, se formó como especialista en el Instituto Rubio y abrió consulta en la calle Claudio Coello, nº 97. Al mismo tiempo que trabajaba en la Escuela Nacional de Puericultura, para realizar la tesis doctoral y preparar las oposiciones para maternóloga del estado.

Superadas estas y el doctorado, con la defensa de su tesis “Acción de algunos galactogogos”, que fue calificada con un sobresaliente en el año 1930, obtuvo en 1932 su destino en Bilbao, en la Dirección Provincial de Sanidad. Ingresó en el Colegio de Médicos de Vizcaya aquel mismo año y estableció su consulta privada en el nº 2 de la calle de los Fueros, hasta que la trasladó a su domicilio en el nº 3 del paseo del Arenal. Fundó una clínica en Begoña para asistir a los partos y a las enfermas de su especialidad.

Tuvo que superar la desconfianza de sus colegas. En 1935 el Colegio de Médicos de Vizcaya recibió una denuncia del director de la Casa de Maternidad, Carlos Mendaza, diciendo que una comadrona ejercía como médica; parece que no podía creer que una mujer fuera médica, porque siguió en su postura tras las aclaraciones verificadas por el Colegio. La Junta Directiva respaldó su solvencia y reprendió al denunciante. Pero no fue Mendaza el único en dudar de ella, la cerrazón de algunos médicos bilbaínos que veían con muy malos ojos la irrupción de una mujer en un reino de hombres, les llevó a extender el rumor de que para atender a los partos y operaciones complicados, Ticiana llamaba a un colega que tenía su consultorio en su vecindad y acudía allí “a escondidas”. Según Antonio Villanueva Edo, que la conoció y trató, era una buena especialista y los rumores eran completamente falsos, además de rastreros.

Compaginó el ejercicio de su vida profesional con la divulgación de sus conocimientos de higiene y maternologia mediante artículos, conferencias y congresos. Tuvo una relación estrecha con “Emakume Abertzale Batza” y formó parte del profesorado de la escuela de enfermería organizada en el Centro Vasco de la calle Bidebarrieta, en Bilbao. Se distinguió por su defensa de los derechos de las madres solteras.

La guerra civil cortó su trayectoria feminista. Su hermana María Begoña, conocida en la familia como Miren, maestra de Ortuella, había marchado a la Gran Bretaña como andereño de los niños evacuados de Bilbao y a su regreso fue depurada y castigada a no poder ejercer en las Provincias Vascongadas ni en las limítrofes. Marchó a un pequeño pueblo de Cuenca, donde permaneció durante dos años, mientras realizaba los estudios para practicante. Después de obtener el título, regresó a Bilbao para trabajar con Ticiana. Durante veinte años las dos hermanas vivieron juntas en el Arenal bilbaíno y trabajaron en equipo en su clínica de Begoña.

Ticiana continuaba trabajando como maternóloga del Estado destinada a la Escuela de Puericultura y Maternología de Bilbao, en la Jefatura Provincial de Sanidad, donde seguía en el año 1962 y donde realizó durante años una gran labor de divulgación de la higiene maternoinfantil entre médicos, enfermeros y auxiliares. Figura en la primera relación de médicos del Igualatorio Médico Quirúrgico, en el año 1943, como especialista en Ginecología y Partos. También trabajó como especialista en ginecología para el Seguro Obligatorio de Enfermedad, en el que obtuvo una plaza de esta especialidad en Bilbao en el año 1955.

Fue miembro activo de la Academia de Ciencias Médicas, de cuyas sesiones de los viernes era asidua asistente, y colaboradora de su revista Gaceta Médica, en la que publicó varios artículos. Participó en congresos de su especialidad en España, Portugal o Francia, y mantuvo contactos frecuentes con los especialistas en Ginecología de la vecina Burdeos. Manifestó una sensibilidad especial hacia algunas actividades de su especialidad que no solían preocupar tanto a sus colegas varones: averiguar las causas y buscar tratamientos para el aborto de repetición y para las pacientes que sufrían dificultades en la lactancia materna.

Hacia 1960 tuvo dos desgracias seguidas que le impactaron: primero, el fallecimiento de su madre, Ticiana Landajo; después, el accidente cerebrovascular sufrido por su hermana Miren, que le dejó inválida por hemipléjica. Pocos años después, enfermó ella también y tuvo que afrontar una penosa enfermedad que le incapacitaba en temporadas para el trabajo, durante las que era sustituida por otra de las primeras tocoginecólogas vizcaínas, Mª Mercedes Ateca, que fue también la que siguió con su consulta cuando Ticiana falleció el 5 de marzo de 1969, cuando aún no había cumplido los 65 años de edad.

Pero todavía después de su fallecimiento tuvo oportunidad de proteger a su hermana inválida, quien falleció veinte años más tarde en la residencia de las Siervas de Jesús en Santander, cuidada amorosamente por unas monjas que habían sido asistidas por Ticiana gratuitamente desde que abriera su clínica en Bilbao.

 



Juan Gondra