Ubicado en el barrio de Matiko, aquí el Ayuntamiento ha dispuesto de un edificio industrial entre medianeras que nunca llegó a funcionar –donado generosamente por la familia Irazábal-, para reactivarlo como centro de emprendedores informáticos. Bautizado como Auzo Factory Irazabal, nace con la vocación de convertirse en un modelo de intervención pública en los distritos de Bilbao, basado en la recuperación o reforma de antiguos inmuebles para usos que generen riqueza. Por supuesto, también destinado a la revitalización social del lugar en el que se inserta.

Las premisas de recuperación del inmueble son claras desde el principio: coste mínimo y expresividad como pieza singular. En tanto que contenedor público de nuevas actividades empresariales, busca el diálogo empático entre sus usuarios y los entornos a los que se dirige su producción. Y en tanto que dotación de barrio se aproxima al vecino que vive en Matiko, ofreciéndole un nuevo espacio de uso colectivo y una imagen que redima lo que siempre había sido una ruina industrial.

La idea propuesta por el estudio Suárez Santas Arquitectos para su rehabilitación es sencilla: procurar hacia el exterior una piel uniforme que cubra el esqueleto estructural, originando una imagen de impacto mediante un plano terso y de mayor escala. Para este cometido se ha elegido un material común en instalaciones eléctricas, al que se le ha conferido virtud estética: bandejas portacables de acero galvanizado ancladas a la fachada. Detrás del plano metálico se sustituyen antepecho y carpinterías antiguas por otras ajustadas a haces interiores de estructura, aumentando la superficie de iluminación natural de los espacios de trabajo. Singularmente se trata la esquina oeste de la fachada girando la carpintería respecto al plano de la estructura, consiguiendo un espacio al aire libre por planta que además se ha adornado con un único motivo pintado en distintos colores. Aquí se hace coincidir también un hueco en fachada que permite cumplir con las exigencias de accesibilidad en caso de incendio.

Si durante el día el cerramiento metálico gradúa la luz natural que entra y tamiza las miradas entre edificios vecinos, durante la noche el edificio se transforma en fanal urbano y enfatiza aún más su presencia en el contexto. Para ello se ha propuesto un sistema de iluminación artificial con líneas de leds colocadas en la parte inferior de cada carpintería, hacia el exterior, y se ha replanteado la posición de las luminarias fluorescentes de la primera crujía de cada planta en consonancia con la idea de la fachada.

En la planta baja la nueva fachada incluye dos entradas diferentes: una para los usuarios del edificio y otra para los ciudadanos y visitantes, ya que se supone que este nivel será más comunitario y dedicado a la interrelación entre edificio, emprendedores y vecinos. Un ventanal de grandes dimensiones completa el sistema de huecos que permiten la iluminación y vinculación interior/exterior. El resultado, un edificio recuperado para actividades empresariales que se ha vestido con una económica y modesta “cortina de metal”.

Asier Santas