Centro asistencial construido por la Diputación en el año 1883 para albergar a los niños expósitos o abandonados. Continuó prestando servicio hasta el año 1985, cuando los cambios ocurridos en la sociedad lo hicieron innecesario. Sus locales acogieron el Centro de Salud de Santutxu-Solokoetxe, de Osakidetza.

Hasta el siglo XIX era muy reducido el número de niños abandonados en Bilbao. Durante el siglo XVII, eran tutelados por el Ayuntamiento, quien los entregaba a una nodriza para que lo criara, a cambio de una contraprestación económica limitada a los años necesarios para que el niño alcanzara una edad en que pudiera trabajar y ganarse la vida.

En el siglo XVIII eran enviados al Hospital de Nª Sª de Gracia, en Zaragoza, falleciendo la mayor parte de ellos antes de llegar a él. Tras una breve etapa, durante la que se les enviaba a la inclusa de Calahorra, fue la Diputación la encargada de tutelarlos a partir del año 1804. Cosa que se hizo mediante su envío a nodrizas remuneradas, generalmente vecinas de pueblos.

En 1845 se creó la Casa de Lactancia de Bilbao, que acogía a los niños abandonados para recibir lactancia natural y cuidados médicos hasta que pudieran ser colocados con nodrizas externas. La dirección del Establecimiento recaía en una Junta de Caridad, uno de cuyos miembros debía visitar diariamente la casa.

Pero el número de niños abandonados comenzó a crecer de forma alarmante a partir de la última guerra carlista y el piso alquilado con 10 camas existente en 1878 era ya insuficiente para los 30 niños recogidos y alimentados por las nodrizas. Era evidente la necesidad de reforma.

El ayuntamiento proporcionó un solar en la explanada de Solokoetxe, en terrenos de Begoña recientemente anexionados a Bilbao, y la Diputación, con la ayuda de numerosos donativos privados, edificó un edificio capaz para albergar a cien niños. Se encomendó su cuidado a las Hijas de la Caridad de S. Vicente Paúl.

Aún así, cuando a finales del siglo el número de niños ingresados cada año se acercaba a los tres centenares, y a uno por día en la primera década del siglo XX, fue necesario recurrir a medidas para fomentar el acogimiento por nodrizas. Entre 1920 y 1935 el número de ingresos se estabilizó en torno a los doscientos al año. Se tomaron medidas para la mejora de la higiene y la alimentación de los niños ingresados. Incluso se sustituyó el antiguo torno destinado a la entrega de expósitos, por un moderno sistema de entrega mano a mano, anónimo, en un local cubierto y con calefacción.

A partir de la inauguración de la Casa de Maternidad en 1895, el mismo médico atendía ambas casas, pero en el año 1924 se decidió contratar un pediatra para atender a los niños. Realizó esta labor hasta los años cuarenta Enrique López de la Alberca, subdirector de la “Gota de Leche” municipal; más conocido como Dr. Alberca, a quien el Municipio dedicó una calle. Entre 1910 y 1935 se redujo notablemente la mortalidad de los niños, tanto por la atención médica y de las monjas, como por las mejoras en la lactancia artificial y las medidas higiénicas tomadas.

Durante la guerra civil, el miedo a los bombardeos obligó a un traslado a Las Arenas, donde permanecieron niños y cuidadores durante dos años. En la posguerra, la carestía de medios ocasionó un retroceso que no se superó hasta los años cincuenta. Se incorporaron jóvenes pediatras como ayudantes de Alberca, primero, y Santos Sanz, pediatra que le sucedió en la jefatura, después. Se instalaron las primeras incubadoras y se redujo la mortalidad infantil.

Ya a finales de los años cuarenta, pero más aún a partir de los cincuenta, los cambios en la sociedad invirtieron la situación de los niños abandonados, y llegó un momento en que el número de los ingresados era muy inferior al de solicitudes de adopción. En 1985 cerró sus puertas esta Casa de Expósitos para que sus locales fueran utilizados por Osakidetza. 

Juan Gondra Rezola