La Iglesia de San José, que se ubica en la plaza del mismo nombre, se inauguró en 1918.

La iniciativa para construir esta iglesia fue de la orden religiosa de los Agustinos en 1905, lo que suponía regresar a una ciudad donde había tenido sede propia hasta 1833, año en que lo tuvieron que abandonar con motivo del estallido de la 1ª guerra carlista, debido a que su propiedad se convirtió en centro neurálgico para la defensa de Bilbao.

El antiguo convento e iglesia se emplazó en donde hoy se sitúa el consistorio bilbaíno, cuya construcción exigió el derribo de las ruinas que quedaban de esta edificación religiosa. El conjunto primigenio se erigió en dos fases: el convento entre 1515-1518, que venía a sustituir a otro anterior y la iglesia unos años más tarde. El lenguaje de este templo respondió a la manera propia imperante en la arquitectura bizkaina de comienzos del siglo XVI, continuidad del gótico de la etapa anterior en combinación con el renacimiento característico de la época. Ello se tradujo en la formulación de un templo gótico de planta de salón con una vistosa portada renacentista.

El convento, calle Iparraguirre 24, se la encargaron al arquitecto José María de Basterra en 1906 más que probablemente por  el prestigio que tenía en su condición de artífice por antonomasia de la arquitectura religiosa de Bizkaia entre finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX.  De hecho, construyó un gran número de templos en Bizkaia y en otros lugares como Cantabria u Orense. A título de ejemplo podemos destacar los siguientes: en Bilbao las parroquias del Sagrado Corazón de Jesús (1891-1894, reformada) y Salvador (1896) y capilla del Colegio Rafaela de Ybarra (1897), capilla del Patronato de Santa Eulalia (Santurtzi, 1911), capilla Santa Bárbara en Galdakao (1912) y la parroquia de la Transfiguración del Señor (Trapaga, 1928).

Para poder a acometer esta obra tan costosa desde el punto de vista económico fue fundamental el apoyo de José Rufino Olaso y su mujer Florencia de Sopelana, quienes cedieron los terrenos y financiaron la cimentación de la iglesia y las criptas donde serían enterrados, privilegio que tuvieron en compensación a la aportación crematística que hicieron. La ubicación de los terrenos recibidos era inmejorable: un solar en ángulo frente a una plaza, la de San José, aspecto fundamental para facilitar la perspectiva despejada del templo, y ocupando una posición central y estratégica, junto a plaza Elíptica.

Lo primero que levantó fue el convento entre 1906 y 1907  un diseño neogótico inglés, que en obra se modificó al suprimirse las molduras neomedievales de los huecos. El único aspecto del diseño original respetado fue el acceso en arco apuntado. Lo realizado obedece a un buen ejercicio ecléctico, como se percibe en los recercos (molduras que enmarcan los huecos) de piedra de sillería en esquinales y en vanos, el delicado cromatismo logrado con la combinación de la piedra con el ladrillo, fajas de forjados y en la decoración con unos paneles con motivos vegetales

La iglesia también proyectada en 1906 no se comenzó a construir hasta 1909 y las obras no se finalizaron hasta 1918  aunque no en su totalidad ya que la torre se erigió unos años más tarde, entre 1930 y 1932. Esta demora en las obras estuvo motivada porque su financiación se hizo a través del dinero recibido de las limosnas.

Esta iglesia respondió a la fase final del neomedievalismo en Bizkaia, un lenguaje repetitivo y diluido, que se prolongó a lo largo del primer tercio del siglo XX, por la pujanza de otros tres lenguajes: eclecticismo, neovasco y regionalismo montañés. En el caso de Basterra  para este encargo primó una lectura más cercana a seguir los  modelos históricos que avanzar por la senda del eclecticismo. El modelo de referencia  es el neogoticismo con detalles decorativos neorrománticos. El eclecticismo se hace más patente en la torre, lo que en buena medida se explica porque la tuvo que redibujar de nuevo en 1930 para solicitar la autorización administrativa.

El aspecto descollante de esta propuesta es la brillante escenografía trazada por Basterra, que saca el máximo partido a su singular emplazamiento aislado,  para articular una edificación religiosa, un monumental templo de fuerte tensión vertical, en conformidad con su planteamiento neomedieval. Un hito que se  significa de manera notoria sobre el Ensanche de Bilbao, uno de los más decisivos que articulan su perfil.  Así conformó un volumen que asumía certeramente la axialidad (una línea imaginaria con la cual todos los puntos de una superficie, volumen o espacio mantienen una determinada relación) de la forma triangular del solar  con la disposición de tres cuerpos maclados (la yuxtaposición de volúmenes): torre en primer término a modo de mascaron de proa;  buque del templo, que se despliega en horizontal hacia el fondo de la parcela, conformado por tres elementos escalonados, el central más elevado y sustentado con arbotantes; y volumen transversal  de gran desarrollo, que se corresponde con el crucero, de afortunada disposición porque facilita con su horizontalidad a contrarrestar  la tremenda fuerza ascendente de la torre, favoreciendo así el equilibrio compositivo.

El templo interiormente, que se articula con planta de cruz latina, sorprende por la lograda ambientación neogótica a través de remarcar la esbeltez y jugar con la luz que lo inunda gracias a la perforación de los muros con unas grandes vidrieras de la casa Maumejean.

Gorka Pérez de la Peña Oleaga