El término Modernismo engloba al movimiento artístico surgido en Europa a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que recibió distintas denominaciones y tuvo características y variantes propias según su localización geográfica, destacando principalmente el Art Nouveau en Francia y Bélgica; la Sezesion en Viena y el Modernisme en Barcelona.

El Modernismo en la arquitectura de Bilbao, que fue del gusto de una amplia burguesía, se limitó a ser una alternativa más dentro del Eclecticismo, sin llegar a convertirse en un estilo específico y consolidado, algo que sí ocurrió, por ejemplo, con el Regionalismo.

El desarrollo alcanzado por la construcción y las artes industriales, la calidad de la mano de obra y el nivel de los técnicos que trabajaban en nuestra ciudad a principios del siglo XX propiciaron la aparición del Modernismo. Los concursos de fachadas, convocados por el Ayuntamiento en 1902 y 1906 para mejorar el nivel artístico de las nuevas edificaciones, también contribuyeron a la aparición de este nuevo estilo. Al concurso de 1906 se presentó el proyecto de la Casa Montero, uno de los pocos ejemplos del Modernismo aplicado al uso residencial que ha llegado hasta nuestros días.

Las artes industriales jugaron un papel importante a la hora de potenciar aspectos constructivos como la carpintería, la herrería, la vidriería o la cerámica. Para ello fueron fundamentales tanto los talleres e industrias radicados en la zona como los establecimientos que distribuían materiales de fabricantes de otros países (papeles pintados, azulejos, baldosas). También las publicaciones de arquitectura favorecieron su desarrollo. Por último, la presencia de arquitectos en exposiciones internacionales, la ampliación de sus estudios en otros países y ciudades, y la asistencia a congresos y convenciones, contribuyeron a que se aplicaran esas nuevas tendencias en los proyectos que se desarrollaban en la ciudad en las primeras décadas del siglo XX.

Atendiendo a las distintas corrientes que tuvieron incidencia en Bilbao, el Modernisme catalán fue claramente minoritario, destacando el Lavadero de San Mamés (1905) y el Lavadero de Castaños (1907), según proyectos de Ricardo Bastida.

Precisamente el Art Nouveau fue la corriente que se manifestó de forma más temprana aunque, al igual que el Modernisme catalán, no fue la de mayor influencia. El arquitecto francés Jean Baptiste Darroguy fue su máximo representante a través de su participación en proyectos como el de la citada Casa Montero o el Teatro Campos Elíseos. Algunos establecimientos comerciales también adoptaron esta corriente en sus fachadas para reclamar la atención de los viandantes: la Zapatería Villarejo (1901) o el local de materiales de construcción de Daniel Basaldúa (1909), ambos desaparecidos.

La corriente que tuvo mayor incidencia y pervivencia en Bilbao fue la Sezesion, que se aplicó a tipologías de uso muy variadas: edificios industriales, equipamientos, viviendas. Los arquitectos y maestros de obra que participaron en esos proyectos fueron numerosos, destacando Leonardo Rucabado (casa Tomás Allende en 1908, derribada); Manuel María de Smith (Talleres Orúe en 1906, derribado); Ángel Iturralde (casa de vecindad para Gregorio Iturbe en Alameda Rekalde, en 1905); Calixto Emiliano Amann (Sociedad Bilbaína en la calle Navarra, en 1909).


Francisco J. García de la Torre y Bernardo I. García de la Torre