Situación.- H5. Empieza.- calle de la Encarnación. Termina.- calle Ollerías Bajas. Fecha  Pleno.- 4 de octubre de 1933.

Tiene su origen por la presencia en esta zona de olleros o alfareros que ya en el siglo XVII aparecen con este nombre en el camino de Ibaizábal: así por ejemplo, se comenzó la visita de jurisdicción en 1629, «en el barrio de Ollerías de encima de la Gabarra allende la puente». En el siglo XIX pasaron a esta zona, quizá por la abundancia de arcilla que encontraban en lo que luego sería la mina del Morro. Del uso popular se pasó al oficial y así se denominan, diferenciándose las Altas de las Bajas por su situación topográfica.

Según el diccionario castellano la palabra "Ollero", significa, persona que hace o vende ollas y demás utensilios de barro.

Las primeras escuelas de Ollerías fueron realizadas en 1899 por el maestro de obras Domingo Fort y Barrenechea, posteriormente, y en un solar próximo a ellas, se construyeron las actuales. En el primer cuarto de siglo fue destinado a hospital para el cuidado de los soldados heridos en la guerra de Marruecos. Las que hoy conocemos fueron construidas por el arquitecto bermeano Pedro de Ispizua Susunaga (Bermeo, 1895-1976). Se dieron las primeras lecciones en 1930 a 380 alumnos.

En los terrenos de Ollerías Altas, cerca de la Mina del Morro, estuvo la casa de las siete chimeneas. El dueño de esta casucha y propietario de las minas, era Tomás de Allende. Según cuenta Javier Mada­riaga, éste tenía cedida la casita a su capataz conocido como “Ancapalu”, hombre brutal, borracho y pendenciero que en años anteriores había sido pistolero y capataz minero, que a su vez la alquilaba a los mineros de forma abusiva. El nombre se lo pusieron debido a que en una huelga, los mineros cansados de sus abusos le arrojaron un cartucho de dinamita, y tuvieron que amputarle la pierna en la Casa de Socorro de Solokoetxe, sustituyéndola por una de madera. 

Javier González Oliver