Edificio de oficinas construido en la calle Bailén, también conocido como Torre de Bailén, sobre la margen izquierda de la Ría, en el límite entre el Casco Viejo y el Ensanche. Fue construido en 1946 según proyecto de los arquitectos Manuel I. Galíndez y José María Chapa.

La intervención debe considerarse en un concepto más amplio que la mera construcción de un edificio en altura. Se trata de una actuación urbanística de conjunto en un enclave estratégico de la ciudad.  Tras el derribo del edificio de la estación de Portugalete y la posterior cubrición del andén esta obra supone la creación de un espacio de terraza con carácter de mirador hacia la Ría, así como un elemento de comunicación entre el Casco Viejo y el Ensanche a través del atrio de la Estación de la Concordia. La verticalidad de la nueva construcción permite, precisamente, la liberación de este espacio así como la visión de la fachada de la estación desde la parte baja de la ciudad.

Los arquitectos plantean en este edificio de oficinas –remate de la manzana que bordea la Ría a través de la calle Bailén- un proyecto en dos cuerpos: uno más bajo que enlaza con los edificios históricos del muelle de la Naja retomando la tipología de huecos y porches de los edificios adyacentes y otro en altura como remate del conjunto, en contraste con los edificios que lo circundan. Esa verticalidad asume también una expresa función representativa, desde la visión que ofrece hacia el espacio abierto del Arenal. De esta forma la silueta bilbaína se vio enriquecida con una peculiar torre de planta cuadrada de doce metros de lado y cuarenta y tres metros de altura.

La estructura se sustenta en la planta de sótano sobre enormes vigas cargadero para permitir la prolongación de las vías del andén haciéndolo diáfano. En cuanto a la distribución interior de la torre se plantea de modo claro ubicando las comunicaciones y servicios en la esquina con peor orientación, liberando el resto de la planta para el uso de oficina.

Es el primer edificio rascacielos de oficinas en Bilbao. En su fachada se aprecia un cierto estilo racionalista, que estuvo muy presente en la ciudad en el segundo tercio del siglo XX, despojando a la construcción de cualquier vestigio de decoración o detalles superfluos. Rehabilitado en la segunda década del siglo XXI, el edificio ha recobrado su imagen y su elegancia constructiva original.


Francisco J. García de la Torre y Bernardo I. García de la Torre