Farmacéutico bilbaíno, descubridor del dentífrico “Licor del Polo”, notable filántropo ateo y librepensador, adelantado de la publicidad y protagonista de numerosas anécdotas insólitas, muchas de las cuales han pasado al acervo del anecdotario bilbaíno y siguen repitiéndose en estos comienzos del siglo XXI.

Nació en Briones (La Rioja) en 1842. De familia no muy pudiente, estudió Farmacia por libre en la Universidad de Madrid, a la vez que trabajaba. Llegó a Bilbao en el año 1870 para establecer una casa de baños, el “Balneario Salustiano Orive”, y una farmacia en la calle Ascao que fue su punto de partida para una inquieta carrera profesional y comercial, a la vez que centro de una tertulia liberal y republicana.La publicidad de ambos fue impresionante al igual que el éxito logrado, pues el Licor del Polo se vendió con profusión y le reportó generosos beneficios. Para poder producirlo en mayor cantidad montó una fábrica en Deusto, que fue un modelo de organización, al igual que la distribución de sus productos y el trato a obreros y empleados. Aunque quizás lo más destacable fuera su publicidad, tanto directa como en prensa, en la que sus anuncios han quedado para la posteridad.

Participó activamente en la vida política y económica bilbaína. Durante la II Guerra Carlista se alistó en el batallón de Auxiliares, en la Primera Compañía, al mando del capitán Juan Recacoechea. Tuvo un destacado papel a nivel local y nacional en el Partido Republicano Federal, que dirigía Francisco Pi i Margall. Su nieto Alfredo Espinosa Orive, médico de profesión, fue un destacado dirigente del republicanismo en Bilbao y Consejero de Sanidad del Gobierno Vasco (1936-1937).

Invirtió su dinero en la creación de nuevos ferrocarriles y dedicó tiempo y dinero a cuantas iniciativas en pro de la higiene y la cultura de desarrollaron en Bilbao fuera del ámbito religioso, pues puso siempre especial énfasis en hacer constar que sus acciones no eran motivadas por la religión sino por la filantropía. Y así lo hizo constar por escrito cuando se negó a cobrar el dinero que el Ayuntamiento de la Villa reembolsó a los farmacéuticos bilbaínos que habían suministrado gratuitamente medicamentos a los enfermos de cólera durante la epidemia del año 1893. Participó en el intento fallido de crear la primera clínica privada bilbaína, el año: 1877, en sociedad con los médicos Tomás de Orruma, Aurelio García de la Mora, George Wilson y Carlos Grigelmo.

Su fuerte carácter le llevó a eternas disputas con su familia y sus competidores, lo que le llevó con frecuencia a los juzgados y le costó el destierro de Bilbao. Su gran fortuna tardó décadas en ser repartida entre sus hijos e hijas naturales y legítimos y su testamento hológrafo fue quizás su última excentricidad.

Falleció en Logroño en 1913.

Juan Gondra Rezola