La huelga de 1903 se desarrolla en octubre de ese año, y aunque afecta sobre todo a la zona minera, tiene gran repercusión sobre la vida social y política bilbaína. Este hecho además, supone un primer momento de disensión dentro del socialismo vizcaíno sobre cómo plantear las acciones del movimiento obrero.  

La huelga se venía gestando desde el verano, pero no es hasta el 11 de octubre cuando se convoca, en el mitin obrero de la plaza de toros de Bilbao. A este mitin acuden 14.000 obreros, la mayoría de ellos de las minas.

Las reivindicaciones planteadas son el fin definitivo de las cantinas y de los barracones, cuya existencia perdura, a pesar de que el Pacto Loma había acordado su abolición. Por otra parte, y debido al constante endeudamiento en el que se encuentran los hogares mineros, se pide la paga del jornal semanal, y no a los 35 días que podía llegar a tardar, lo cual “contribuye a que seamos más explotados aún por los dueños de las cantinas. Tenemos que acudir al crédito y nos vemos obligados a recibir géneros averiados que pagamos más caros que si fueran buenos” en palabras del socialista Vicente Martínez.

Las reivindicaciones mineras serán apoyadas por los comerciantes y dueños de tabernas en la zona de las minas, que ansían una liberalización real del comercio en esta zona. Este apoyo sirvió a la patronal para acusar a los huelguistas de estar dirigidos y aleccionados por los comerciantes y taberneros de la zona minera.  

Cuando se llama a la huelga y el comité socialista acude a la negociación en representación de los obreros, la patronal se niega a aceptar esta representación. La propuesta patronal es que cada obrero pueda “dirigirse a  sus respectivos patronos” y negocie de manera individual el pago del salario. Pero además durante este paro se hace patente el miedo político de la burguesía bilbaína, que ve cómo el socialismo crece y marca la agenda política de la ciudad.

Además, la convocatoria de la huelga constituye un precedente de las divisiones que dentro del socialismo vizcaíno se vivirán en la segunda década del siglo. La facción “perezaguista” considera que el recurso a la huelga no solamente es una táctica correcta sino que ha reportado grandes beneficios a los trabajadores vizcaínos. Para ello esgrimen las mejoras laborales y de condiciones de vida conseguidas. Por su parte el sector crítico con Perezagua, liderado por Felipe Carretero, considera  que el constante recurso a la huelga agota a los trabajadores y merma el dinero de las cajas de resistencia. Este sector propone la lucha electoral como el modo de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. Estas divergencias nos dejan anécdotas como la de Pablo Iglesias en el mitin de Bilbao el 24 de octubre, cuando los obreros gritan “¡A la huelga!” e Iglesias contesta, “A la huelga no, no estáis en condiciones para provocarla”. Finalmente los acontecimientos muestran que el fundador del partido será desoido.

La huelga se desarrolla con relativa calma, y sigue en cierto modo el mismo patrón que la de 1890. Aún así se notan ciertas diferencias, ya que al entrar en su última semana una serie de acontecimientos quiebran la tranquilidad e Bilbao, lo que le llevó  a Julián Zugazagoitia a denominarla “Semana de pasión” en su novela El Asalto. El detonante inmediato de los incidentes parece ser el asesinato, no intencionado, de una niña por parte de la Guardia municipal en un tiroteo a las puertas del Ayuntamiento. A raíz de ello “los ánimos  se excitaron extraordinariamente y fue entonces, a las tres y media, cuando los faroles de gran número de calles caían rotos a pedradas y grandes grupos de obreros circulaban por el centro de Bilbao en actitud amenazante”.

Tras semanas sin resolución y con las negociaciones entre patronal y los representantes de los obreros paralizadas, el 30 de octubre llega el General Zappino a Bilbao. El General habla con cada uno de los grupos, y finalmente fuerza a la patronal a aceptar las reivindicaciones de los obreros. Esta huelga supone un nuevo triunfo socialista y una victoria personal de Perezagua, cuyo prestigio entre los mineros aumenta más si cabe. Sin embargo, tras este acontecimiento también se amplían dentro del partido las voces disidentes con esta táctica.


Sara Hidalgo García