Las primeras cuidadoras en Bilbao fueron las “beatas”; mujeres que, sin ser monjas, hacían vida en comunidad y prestaban especial atención al cuidado de enfermos y moribundos, tanto en el hospital como en los domicilios privados.

En el año 1583, los beateríos de Bilbao fueron requeridos a la observancia de la clausura monacal incompatible con su función asistencial. El vacío dejado en los hospitales por su desaparición hubo de ser llenado con el nombramiento de una mujer que se encargara de estas labores ayudada por algunas criadas a las que ella misma debía contratar y gobernar. Recibió el nombre de señora. Durante más de 300 años este fue el sistema que siguieron los hospitales bilbaínos.

A raíz de algunos episodios obscuros en los que señoras del hospital se vieron envueltas en sospechas, se acordó traer un grupo de monjas del Instituto de Hermanas de la Caridad de San Vicente Paúl para que se hiciera cargo de la enfermería del nuevo Hospital de los Santos Juanes. En 1820 llegaron seis hermanas con las que se pensaba solucionar su gobierno y enfermería; pero hubo fuertes divergencias y el Ayuntamiento decidió suspender el contrato en 1831. Se nombraron para sustituirlas un enfermero mayor y una señora, además de tres enfermeras. En 1881 volvieron las monjas al hospital para permanecer a cargo de las labores de enfermería durante casi un siglo.

A partir de la etapa en que fue director Enrique de Areilza, 1918-1926, la presión de los médicos del hospital para conseguir una mayor profesionalización de la enfermería fue constante. Fruto de esta presión surgieron una escuela de corta duración en 1934 y, tras el paréntesis de la Guerra Civil, la escuela de enfermería ubicada en el propio hospital en 1948 y la Escuela de la UPV-EHU en Leioa en 1977. Pero la total profesionalización de los cuidados de enfermería en nuestros hospitales no fue alcanzada hasta la década de los ochenta.


Juan Gondra Rezola