En el mes de agosto de 1917 se desarrolló una huelga general en España que tuvo un importante eco en Bilbao.

Este conflicto tuvo lugar en un contexto de conflictividad militar, política y social.

La I Guerra Mundial había producido un importante incremento de las exportaciones españolas a los países en guerra, con el consiguiente incremento de los beneficios empresariales y el encarecimiento de los precios. En esta coyuntura se produjo un creciente malestar obrero, dado que el crecimiento de los precios no fue acompañado de subidas salariales. Buena muestra de ello fue que el 71% de los conflictos laborales en los años 1916 y 1917 se produjeron por demandas salariales.

A esta conflictividad social se unió el malestar en el Ejército, expresado a través de las Juntas de Defensa, y en los partidos políticos de oposición al sistema bipartidista de la monarquía de la Restauración, plasmado en la Asamblea de Parlamentarios, reunida en julio, para reclamar una reforma del sistema político.

En este contexto de debilidad del sistema los anarquistas, republicanos, socialistas y reformistas prepararon una huelga general que impulsase el cambio del sistema político.

En Vizcaya se sucedían las huelgas en diversos sectores durante el mes de julio que mostraban el malestar de los trabajadores con su situación. El día 13 de agosto estalló la huelga general revolucionaria convocada por socialistas y anarquistas en toda España, aunque su fracaso vino marcado por la detención del Comité de huelga en Madrid el día 14.

En Bilbao y la zona minera e industrial de Bizkaia la huelga tuvo un importante seguimiento desde el día 13. En Bilbao se produjeron incidentes en el distrito de Ibaiondo y en el puente de Cantalojas. Se estima que los huelguistas fueron unos 100.000 afectando a todos los sectores. El Gobierno impuso la ley marcial y desplegó fuerzas militares para reprimir la huelga. A partir del día 18 se normalizó la situación y los huelguistas comenzaron a volver al trabajo a lo largo de la siguiente semana. El balance de la huelga fue de catorce muertos, numerosos heridos y detenidos y la no readmisión de una parte de los huelguistas por los patronos.

El resultado inicial de la huelga fue un fracaso total para sus impulsores que debieron sufrir una dura represión. Pero en los siguiente años supuso un incremento de la fuerza de las organizaciones convocantes que incrementaron su afiliación y la presencia de seis diputados socialistas en el Parlamento en 1918. Por otra parte, ante la amenaza revolucionaria los partidos burgueses colaboraron con el sistema político de la monarquía aunque no consiguieron evitar su progresivo deterioro y la llegada de la República en 1931.


Mikel Urquijo