Los partidos políticos, ilusionados ante el urbanismo, habían empezado a interesarse y definirse en sus programas. También se creó la necesidad de acercar el planeamiento a la sociedad y de que existiese una participación ciudadana en el planeamiento.

 El problema que se les planteó a los nuevos ayuntamientos democráticos fue el de definir un modelo de ordenación del territorio que diera una coherencia a la trama urbana, de la que se derivaría una política urbana. Pero para ello era necesario acabar con la espontaneidad en la búsqueda de soluciones parciales. Se debía definir una política urbana, propia, de cada municipio, la ordenación del territorio de un área metropolitana, con un tratamiento global. Era necesario para ello incorporar a la toma de decisiones al máximo número de interesados en el proceso urbano y llegar a un pacto cívico que comprometiera y dirigiese las actuaciones. Para ello propusieron pactar lo que hiciera falta en la elaboración de la planificación y una vez terminado, que fuera este pacto el que dictase la política municipal

 Ante la grave situación urbanística de Bilbao, todos  los partidos políticos que se presentaban a las elecciones municipales de Bilbao planteaban que la solución pasaba por tratar de buscar soluciones, exponer ideas y programas en relación a la nueva política municipal de vivienda y suelo. El futuro urbanístico de la villa era toda una incógnita. El Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Vizcaya, ante esta situación, organizó varias mesas redondas sobre “Política municipal de suelo y vivienda, realidad, diagnóstico y futuro”, intentado comprender el juicio de los futuros concejales y alcalde de la villa, pues dada aquella situación, merecía una especial atención saber cuáles iban a ser las propuestas de los diferentes grupos políticos. La situación era considerada por todos los partidos políticos de catastrófica y aunque según aseguraban no pretendieron en ningún momento hacer críticas de actuaciones pasadas sino de calificar las posturas del sector inmobiliario, sin embargo, el despropósito urbanístico del anterior periodo desarrollista condicionaba profundamente aquel presente.

 Los temas a tratar fueron de una extrema dificultad técnica y política: el planeamiento, la revisión de los planes y la política de recuperación del déficit y equipamientos ante un plan comarcal no revisado desde 1964. Coincidieron todos los participantes en varios de los mismos argumentos: en afirmar que era urgente la revisión del plan, que debían de adaptarse todos los planes parciales que hipotecasen el futuro de Bilbao y que no se construyesen viviendas sin prever de equipamientos, con la correspondiente urbanización. También que se tratara de no colapsar el sector de la construcción, no obstante, la paralización de licencias era algo inevitable, mientras se realizasen las revisiones. Enjuiciaron los distintos partidos cual era la situación de los barrios de anárquica edificación, culpabilizándolo de ello a la iniciativa privada y a la política intervencionista de la Ley del Suelo.

 Era interesante comprobar que junto a estas mesas de debate creadas para dar a conocer a la ciudadanía los programas de cada partido político, se presentaron estudios sobre el urbanismo que ayudarían a comprender no sólo la problemática sino que tipo de soluciones se planteaban por los equipos técnicos para resolverlas. A su vez se trató de dar a conocer cuáles iban a ser los programas completos que presentaba cada candidatura al ayuntamiento de Bilbao, en que diferían o en que coincidían. Era preciso tratar de entender cuáles iban a ser los rasgos fundamentales de cada partido político respecto del urbanismo, cuáles eran sus consideraciones respecto de aquella realidad, y finalmente, que soluciones iban a proponer al disparate urbanístico de Bilbao en caso de llegar al gobierno municipal.

 

Luis Bilbao