Las asociaciones vecinales de Bilbao no solo fueron importantes movimientos populares de denuncia, en lucha constante por las lamentables condiciones en que vivían los bilbaínos, sino que fueron trascendentales instrumentos de reivindicación urbanística. Al nacer las asociaciones vecinales tal vez lo hicieran con desorden, sin ideas claras, ya que al principio no tenían profesionales que les asesorasen. Posteriormente destacaría la participación del COAVN con su taller de arquitectura al servicio de los movimientos ciudadanos dando soluciones a los problemas, con alternativas urbanísticas y arquitectónicas. Los primeros años trabajaron con 8 a 10 asociaciones, organizaron conferencias sobre urbanismo de ayuda a los ayuntamientos en sus planes de urbanización y se potenció una asociación de profesionales del urbanismo. Desde el año 1968 en que se empezaron a organizar hasta 1978 el progreso de estas asociaciones fue extraordinario. Denunciaron la herencia del periodo dictatorial de Franco, como el dinero que se mandaba a Madrid en impuestos, dinero del que Bilbao nunca recibió nada, una mala gestión municipal que estuvo supeditada a los intereses de unos pocos dirigentes, que levantaban barrios sin urbanizar, a los que exigieron responsabilidades que jamás asumieron.

 Solo había que constatar que frente al planeamiento urbanístico institucional las asociaciones llegaron a plantear sus propios planes y suscitaron una gran repercusión social. No solo por su profunda implicación en pretender que las autoridades cumplieran con las obras previstas que eran de interés público sino que también en urbanizar, abastecer e impulsar una verdadera política de transportes públicos. La oposición vecinal a la nefasta política de la iniciativa pública fue una constante pero hasta 1975 no hubo una verdadera conciencia de la importancia del planeamiento urbano y de la utilidad técnica que suponía colaborar con los urbanistas.

 He ahí ejemplos como el de la asociación vecinas de Rekaldeberri que venía denunciando la pasividad del ayuntamiento, la complicidad con los constructores e inmobiliarias, que amparados en la falta de planificación había venido actuando a su capricho infringiendo leyes y planes de urbanismo. Fue una política de consentimiento con ilegales e injustas licencias del ayuntamiento.

 Las propias asociaciones sostuvieron que de haber existido antes, ninguno de los desastres acaecidos hubiesen sucedido. Pero de una administración carente de cultura democrática, contraria a la participación ciudadana, qué se podía esperar. Estas asociaciones vecinales realizaron una actividad de integración social, de mentalización urbana, de reivindicación de equipamientos y defensa de los intereses vecinales en planeamiento urbano y control de servicios, extraordinaria.

 Una de las actuaciones más destacadas de estas asociaciones lo fue junto al laboratorio de urbanismo del Colegio de Arquitectos contra el proyecto de Metro al afectar negativamente a los intereses de los vecinos, así como el problema de la contaminación ambiental, el déficit de parques y zonas verdes, que llegaron a reclamar hasta 40 nuevas zonas verdes dentro de Bilbao para hacerlo más habitable. Tambien defendieron un plan de transportes públicos frente al automóvil particular o de rehabilitación de las zonas industriales. Fueron muy críticos con la desastrosa política de la Corporación Administrativa Gran Bilbao y de su Plan Comarcal e incluso pretendieron una nueva reforma de los planes parciales de Bilbao.

 El movimiento vecinal ante el abandono de las necesidades mínimas que caracterizó el crecimiento anárquico de Bilbao durante el Franquismo -y es que a nivel oficial los problemas de los barrios no existían- empezó a desarrollarse con gran fuerza el movimiento asociativo de carácter urbano, ya que miles de personas vivían sin los elementos más básicos de servicios. La falta de proyectos de infraestructuras, transportes, enseñanza, vivienda, fue debido a la ausencia de cauces democráticos, a la ineficacia y el desinterés de la administración, por lo que fueron los mismos vecinos los que participarían en la gestión y funcionamiento del barrio. Para los vecinos y para Bilbao fue determinante que llegasen a controlar el cumplimiento de las leyes y debatir abiertamente la oportunidad de las decisiones urbanas, siempre en defensa de los intereses vecinales.

 

Luis Bilbao