En la Feria de Muestras de Bilbao, en 1979 y enmarcado dentro de Ambiente 79, cuya propuesta fue planteada por la delegación del COAVN en Bilbao, tuvo lugar una de las exposiciones con una mayor trascendencia mundial en la teoría de la arquitectura, que suscitó una gran controversia y tuvo una enorme repercusión en la villa en uno de los momentos más trascendentales para su futuro. Teniendo en cuenta que se estaba dilucidando que sería del futuro del casco histórico de Bilbao, de la Corporación Administrativa Gran Bilbao, del Plan Comarcal, de cómo salir de aquella espiral de desconcierto urbanístico o de qué manera acometerían las nuevas instituciones democráticas la recomposición de todo un mundo de despropósitos constructivos que venía sufriendo el núcleo urbano bilbaíno.

Esta misma exposición, había sido presentada por primera vez en Roma en 1978 y posteriormente lo fue en Londres y México. Los arquitectos Piero Sartogo, Constantino Dardi, Antoine Grumbach, James Stirling, Paolo Portoghesi, Ronaldo Giurgola, Robert Venturi, Colin Rowe, Michael Greves, Leon Krier, Aldo Rossi y Robert Krier, crearon unas propuestas de salvamento teórico-utópico del centro histórico de Roma. Con los riesgos que suponía efectuar un salto de dos siglos, al actuar con los criterios del siglo XX sobre la Roma del siglo XVIII. Y es que tal y como se expresaba Giulio Carlo Argan, en el catálogo de la exposición: Roma es una ciudad interrotta porque se ha cesado de imaginarla y se ha comenzado a proyectar mal… El interés de la muestra consistía que de forma teórica e irónica aparecieran reflejadas las concepciones que sobre la arquitectura y la ciudad mantenían estos equipos proporcionando una visión parcial de las tendencias de la arquitectura occidental de aquel momento.

Suscitó una increíble respuesta esta propuesta de doce arquitectos de primera línea mundial y de puntos geográficos muy distantes que se llegaron a poner de acuerdo en estudiar un sector del plano de Roma de 1748, poniendo de relieve a nivel mundial la problemática de la ciudad que tenía para ellos una triple vertiente: en primer lugar, de desagrado ante la ciudad contemporánea. Ni siquiera Brasilia, el gran paradigma de la ciudad del siglo XX, había sido aceptada plenamente por sus habitantes. En segundo lugar, el problema de la ciudad histórica: la ciudad contemporánea no daba soluciones a los problemas que se le planteaban sino que por primera vez en la historia la ciudad no sabía coexistir con la precedente y la devoraba, degradaba los equilibrios de los ensanches. La ciudad histórica, constituía después del lenguaje como la obra más compleja del hombre y corría el peligro de desaparecer. En tercer lugar, existía añoranza por la ciudad histórica. Por todo esto no era extraño que el panorama cultural arquitectónico mundial estuviese dominado por los análisis de la ciudad histórica, para esos arquitectos el momento que les tocó vivir era de crisis a nivel general y de cambios cuyo alcance nadie podía pronosticar. La ciudad tomada como algo vivo consustancial al hombre y era por eso que se hallaban ante una profunda crisis de la ciudad. No sabían qué ciudad debían hacer pero no podían seguir construyéndola como hasta entonces pues ponía en peligro su existir.

Roma Interrotta fue una exposición cuyos análisis los especialistas relacionaban también con el propio entorno. Era evidente que los problemas eran los mismos que en el resto del mundo, de envergadura y urgencia superior a muchos países. La mejor enseñanza de Roma Interrotta era la de que la ciudad hasta aquellos días había sido creada con una gran dosis de imaginación de la que en esos momentos se carecía por completo.

Roma Interrotta fue un proyecto teórico-utópico de reconstrucción de un centro artístico en el que habían participado destacados arquitectos europeos y norteamericanos animados por ideas como la inutilidad de las ciudades satélites, el desaprovechamiento de los centros históricos y la necesidad de luchar por una ciudad a medida del individuo.

Trataron de conseguir un sentido arquitectónico para adaptar a las necesidades del momento lo del pasado, en definitiva había que conservar la vieja ciudad y transformarla en piazza, en centro colectivo como valor de toda colectividad. La antítesis, eran las ciudades satélites por no hablar de los barrios periféricos de las grandes urbes como Bilbao. Las ciudades satélites eran concebidas sobre bases estándar: la gente medía tanto pesaba tanto…pero el espacio debía ser construido para el hombre no al revés.

Fueron expuestos en la Feria de Muestras un total de ciento sesenta paneles gráficos de los doce equipos de arquitectos y doce sectores de la planta de Roma de Nolli, siendo descrita desde la prensa escrita bilbaína como una exposición utópica no crematística.

Luis Bilbao Larrondo