En el marco de la primera guerra carlista (1833-1839) Bilbao fue sitiada en tres ocasiones. Una en 1835 y otras dos en 1836.

Tras el levantamiento del Sitio de 1835 los carlistas siguieron hostigando la Villa atacando sus líneas de comunicación y abastecimiento. Las autoridades liberales reforzaron las defensas de la Villa y de las líneas comunicaciones con Portugalete a través de la Ría.

El 14 de octubre de 1836 D. Carlos reunió en Durango a los jefes políticos y militares para debatir la estrategia a seguir. Acordaron volver a sitiar Bilbao. La toma de la Villa les permitiría apropiarse de armas y dinero. Con este ataque también esperaban poder derrotar a las tropas liberales que acudiesen en auxilio de Bilbao. Por último, la toma de Bilbao permitiría a los carlistas establecerse en una ciudad grande, lo que era un argumento más para conseguir el reconocimiento del Rey carlista en el ámbito internacional, y utilizarla como garantía para conseguir prestamos en el extranjero.  

El 23 de octubre de 1836 los carlistas iniciaron el sitio de Bilbao atacando sus defensas y bombardeando la Villa. Nuevamente fracasaron y entre el 28 y el 30 de octubre levantan el sitio, debido a las disensiones entre los jefes militares carlistas provocadas por el nuevo fracaso.

Aunque duró poco la apertura de las comunicaciones ya que los carlistas volvieron a sitiar Bilbao el 5 de noviembre. En esta ocasión comenzaron por conquistar las fortificaciones que defendían Bilbao (los fuertes de Banderas, Capuchinos, San Mamés, Burceña, Luchana, San Agustín) para ir cerrando el cerco sobre la Villa.

A finales de noviembre las tropas liberales trataron de abrir la comunicación con Bilbao desde Portugalete pero sin éxito. Tras nuevos preparativos el Ejército liberal, el 24 de diciembre, atacó el cerco carlista en Asua y Luchana e impulsó a los carlistas a retroceder y a abandonar el sitio. El Ejército liberal entraba en Bilbao el 25 de diciembre de 1836.

Esta victoria elevó la moral de los liberales y debilitó la de los carlistas. También consagró al General Baldomero Espartero como jefe militar y facilitó su futura carrera política. Pero sin duda alguna, su consecuencia más duradera fue convertir a Bilbao, en el ideario liberal, en la Villa "invicta" que había resistido el ataque del carlismo y consagraba la victoria del liberalismo.

 


Mikel Urquijo