El 31 de agosto de 1717 un real decreto de Felipe V, primer señor de Bizkaia de la dinastía borbónica, ordenó el traslado de las aduanas vascas, hasta entonces situadas en la frontera con Castilla, a los puertos de la costa y a la frontera con Francia. En el caso de Bizkaia, las aduanas de Orduña y Balmaseda irían al puerto de Bilbao. El cambio se decretaba “no obstante los Fueros”. Por primera vez un señor de Bizkaia reconocía expresamente que no respetaba el Fuero, al considerarse como un monarca absoluto, sin ninguna limitación en su autoridad, con base en la teoría del derecho divino de los reyes.

El real decreto amenazaba además con, caso de incumplimiento del traslado de las aduanas, desviar el comercio de lana y otros géneros del puerto de Bilbao al de Santander.

Las Juntas Generales argumentaron en contra del traslado alegando que:

“(…) tiene la limitación de no proceder en Reyno, Provinzia, República o Ciudad que no trasladó en el Príncipe absoluta y llanamente su poder sino es que en el acto mismo de sujeción hizo pactos o Leyes, porque en tal caso el Príncipe queda precisamente obligado a la observancia y no tiene la facultad para la contravención a ellas.”

A pesar de estos razonamientos el traslado de aduanas se consumó.

El domingo 4 de septiembre de 1718 se celebró en la anteiglesia de Begoña una asamblea de sus vecinos para tratar de esta cuestión. Decidieron que el traslado de las aduanas era contrario a los Fueros, así como marchar, precedidos por su fiel o alcalde, a Bilbao, donde residían las máximas autoridades del Señorío, para conminarles a que firmasen un escrito contrario al traslado, así como para saber quiénes eran los bizkaínos cómplices en el traslado de las aduanas.

A los begoñeses se les unieron numerosos vecinos de Bilbao, y, más tarde, otros quinientos vecinos de la anteiglesia de Abando, registrando las casas de las principales autoridades, algunos de los cuales huyeron. Resulta muy significativo que en una de las casas asaltadas, de Lorenzo de Sierralta, a su secretario, Domingo de Zaldua, se le obligara a firmar una nómina de “traidores a la Patria”.

Los amotinados se hicieron con el depósito de pólvora que el Señorío tenía en Abando e hicieron un llamamiento a las restantes anteiglesias de Bizkaia para que se les unieran en su defensa del Fuero.

Al día siguiente, lunes 5 de septiembre de 1718, se congregaron en Bilbao atendiendo a este llamamiento más de 5.000 hombres armados procedentes de Begoña, Abando, Deusto, Galdakao, Arrigorriaga, Basauri, Lezama, Etxabarri, Erandio, Sondika y otras localidades de la costa de Bizkaia. Una auténtica multitud, cuando la población de Bilbao entonces apenas superaba los 6.000 habitantes.

Los congregados redactaron un decreto en contra del traslado de las aduanas, en el que se nombraban los cómplices en su admisión, que obligaron a firmar al corregidor y al diputado general Arana. Éste firmó el documento en el colegio de los Jesuitas donde se había refugiado, pero los amotinados le obligaron a hacerlo públicamente en el Arenal bilbaíno, junto a otros cargos públicos del Señorío, que fueron maltratados. A la llegada de Enrique de Arana al Arenal toda la atención se centró en él, considerándosele el principal cómplice en el traslado de las aduanas, tras habérsele interceptado un mensaje enviado a la Corte el día anterior pidiendo el envío de 10.000 hombres armados para aplastar la rebelión. Mientras se encontraba firmando los documentos que le entregaban, el Diputado General acabó siendo asesinado.

Los disturbios y asaltos de domicilios, continuaron en los días posteriores por numerosas localidades bizkaínas, organizados los sublevados como las milicias populares locales que normalmente constituían en tiempo de guerra, llegando a movilizarse entre seis y siete mil hombres armados.

Los incidentes disminuyeron hasta que el 11 de noviembre entró en Bilbao, sin encontrar resistencia, una tropa del ejército real compuesta por 3.000 soldados, con un regimiento de caballería.

En enero de 1719 se dictó la sentencia contra los participantes en la Matxinada de 1718, que supuso muchas penas de prisión y dieciséis condenas a muerte, que se ejecutaron en la cárcel de Bilbao con garrote, exhibiéndose públicamente las cabezas de los ajusticiados en varios pueblos de Bizkaia. Cinco de los ejecutados eran de Otxandio, uno de Eskoriatza, tres de Abando, uno Barakaldo, otro de Galdakao, otro de Lezama, dos de Murueta, uno de Busturia y otro de Portugalete.

El 16 de diciembre de 1722, tras constatar la Hacienda Real que con el nuevo sistema aduanero los ingresos eran menores que con el sistema anterior, otro decreto real ordenó que las aduanas volvieran a sus lugares tradicionales.


Luis de Guezala