El tifus exantemático epidémico, conocido también como fiebre lenticular, tabardillo o modorra, es una dolencia que se solía incluir entre las fiebres pútridas. Su agente causal es la Rickettesia prowazeckii, cuyo reservorio es la especie humana y que se transmite por los piojos del cuerpo. Su cuadro clínico está caracterizado por fiebre súbita, escalofríos, cefaleas severas, artralgias, mialgias, postración y exantema. Evoluciona hacia estupor (modorra) y delirio; la muerte puede sobrevenir en algo más del 10% de los pacientes en buen estado previo; pero puede alcanzar hasta el 60% en poblaciones depauperadas. Se trata de una enfermedad ligada a la guerra y a la pobreza, propia de personas que viven con malas condiciones de higiene.

Siglo XVII

La primera epidemia de la que tenemos noticia en Bizkaia ocurrió en el año 1637, traída por los vizcaínos que combatieron contra los franceses en San Juan de Luz y  Fuenterrabía.

En 1669 hubo un brote en Bilbao que fue atribuido a los prisioneros españoles en Francia u Holanda que regresaban a su patria. Tuvo una larga duración, 30 meses, durante los que causó el ingreso en el Hospital a unas 300 personas. Su mortalidad no fue elevada, el 10%.

En 1693 sufrió Bilbao otra epidemia similar, aunque de mayor gravedad, que obligó a incrementar el personal del Hospital. Fallecieron 105 de los 372 pacientes ingresados a lo largo de sus 17 meses de duración.

Siglo XVIII

Durante el último tercio del siglo XVIII el tifus asoló el territorio europeo y la Península Ibérica sufrió tres brotes epidémicos.

Hubo casos esporádicos en Bilbao durante el primero de ellos, en el año 1776, que obligaron a tomar medidas drásticas, pues  se cerró la cárcel del Señorío y sus prisioneros fueron trasladados a la de Valladolid.

Durante el último, el ocurrido durante la Guerra de la Convención, la enfermedad afectó al ejército español en Navarra y Gipuzkoa, extendiéndose después entre la población civil, pero apenas tenemos noticia de lo ocurrido en la Villa, si exceptuamos un incremento de la mortalidad difícil de atribuir a otras causas.

Siglo XIX

Fueron varios los brotes localizados de tifus exantemático, pero no llegaron a afectar a la población en general, salvo durante la epidemia sufrida en el año 1837, descrita 17 años más tarde así en un sermón: En enero de 1837 se desarrolló una terrible epidemia de tifus que duró seis meses y que afectó a la tropa y a los vecinos, contándose los enfermos por millares.

El 13 de febrero de aquel año, el médico municipal Juan Montes envió un oficio dando cuenta de que habían ingresado varios vecinos con síntomas febriles y que aquel mismo día lo había hecho un grupo de 18 cazadores de Isabel II con los mismos síntomas. Montes decía que había encontrado en su cuartel numerosos enfermos, hasta 37 entre los soldados y un número que no detalló de prisioneros carlistas allí alojados, algunos de los cuales habían ya fallecido.

Las medidas recomendadas por él fueron puestas en marcha de forma inmediata: evacuación del cuartes, limpieza a fondo con desinfección del mismo y traslado de los prisioneros a otro lugar (el escrito de Montes insinuaba que sería una buena medida la de acelerar la ejecución de los condenados a muerte para disminuir el hacinamiento). El 10 de agosto, la junta de médicos presidida por el doctor Zearrote daba por finalizada la epidemia. Fallecieron en el Hospital de Atxuri sin que constara el diagnóstico 202 de las pacientes ingresadas entre enero y junio, 160 más que la media de los años inmediatos. No disponemos de datos sobre los hombres.

Siglo XX: El piojo verde

Durante la Guerra Civil las medidas de prevención evitaron la aparición de casos de tifus; pero durante la posguerra la situación varió. El hambre y las condiciones de higiene que debían soportar los refugiados propiciaban su reaparición; cerca de diez mil personas malvivían en Bilbao en estas condiciones.

El tifus exantemático se propagó por España transmitido por lo que dio en llamarse, con un cierto tono humorístico,  “el piojo verde”. Bilbao se vio afectada en el año 1943 por una epidemia que afectó a cerca de doscientas personas y causó la muerte a 16.

Siete mil quinientas personas fueron trasladadas al hospital para enfermedades infecciosas de Elejabarri, donde fueron desinsectadas y despojadas de su ropa, la cual, una vez tratada para eliminar los piojos y sus liendres, les era devuelta. Al mismo tiempo fueron tratadas sus viviendas. Con tan expeditivo recurso quedó completamente cortado el brote infeccioso.

 

Juan Gondra Rezola