Enfermedad infecciosa muy grave y contagiosa que causó numerosos brotes epidémicos en Bilbao, sobre todo durante los siglos XVIII y XIX. A pesar de la eficacia de la “Vacuna” descubierta por Edward Jenner a finales del siglo XVIII y de la premura con la que los médicos ilustrados bilbaínos la utilizaron, se tardó más de un siglo en erradicarla de Bilbao.

Los primeros datos acerca de la viruela en Bilbao se encuentran en las actas de las Juntas Generales de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y son ya de muy avanzado el siglo XVIII. En 1771 Josef Santiago Ruiz de Luzuriaga presentó un escrito defendiendo la inoculación como medio de prevenir la viruela.

La inoculación, precedente de la vacunación, consistía en contagiar la viruela a un niño sano a partir de una escarificación de la piel con líquido proveniente de una vesícula variolosa de un enfermo. La enfermedad así contagiada tenía un curso mucho más benigno que el suyo propio.

Pocos años después publicó Jenner su descubrimiento de la vacuna y los médicos ilustrados se convirtieron en sus ardientes partidarios. Ignacio Ruiz de Luzuriaga, hijo de Josef Santiago, el primero. El Ayuntamiento bilbaíno organizó su servicio de vacunación en 1818.

Sin embargo, la viruela no sólo no desapareció en Bilbao sino que causó una elevadísima mortalidad; sobre todo a finales de los años ochocientos. Las razones de este fracaso son múltiples:

·         El miedo entre la población a vacunarse. Causado por el origen del fluido y por los casos de contagio de tuberculosis o sífilis.

·         El coste de la vacuna.

·         La apatía del Instituto Municipal de Vacunación, gestionado por la Misericordia y de los médicos encargados de la vacuna.

En 1903 se realizó una reforma en profundidad del Instituto de Vacunación, siguiendo el modelo establecido con anterioridad por Vitoria y numerosas ciudades europeas. El Ayuntamiento asumió su gestión y nombró un médico dedicado a él en exclusiva, Adrián de Unibaso. Su dinamismo hizo que se multiplicara el número de personas vacunadas y que la mortalidad por viruela descendiera hasta desaparecer. Hubo dos pequeños rebrotes, uno durante la Guerra Europea y otro al finalizar la Guerra Civil; pero fueron de muy poca importancia si se comparan con la situación anterior.

Juan Gondra Rezola