El 15 de junio del año 2000, Bilbao cumplió su séptima centuria como Villa. A diferencia de los festejos del siglo anterior –según la prensa de entonces tristes y pobretones–, el 700 cumpleaños contó con un espectáculo grandioso, Zorionak Bilbao, organizado por la Fundación Bilbao 700-III Milenium Fundazioa.

La fiesta oficial coincidió en jueves, por lo que apenas se realizaron unos pequeños actos: se depositaron tres ramos de claveles y gladiolos rojos y blancos a los pies de la estatua de Don Diego López de Haro y se celebró una sencilla recepción de autoridades en el Salón Árabe de la casa consistorial.

Los grandes festejos se habían convocado para el sábado 17 de junio. El televisivo Carlos Sobera vestido de D. Diego encabezó la impresionante comitiva medieval que remontó el cauce del Nervión desde su desembocadura. El primer tramo se hizo a bordo del balandro El Saltillo –en la actualidad buque escuela de la Universidad del País Vasco–, desde donde el cortejo fue saludando a todos los pueblos de la ribera de la ría.

Ya en Bilbao, la primera parada de aquel recorrido fue la explanada del Palacio Euskalduna, donde a más de 40 grados fueron recibidos por la Orquesta Sinfónica de Bilbao y los vocalistas de la Sociedad Coral. Después, El Saltillo fue sustituido por el remolcador Evaristo de Churruca, encargado de conducir al fundador por los diversos espectáculos programados para aquel día. Entre ellos destacan la suelta de globos por 700 niños –uno por cada año de historia de la ciudad– desde el Museo Guggenheim; los escaladores que se deslizaron desde el puente de La Salve agarrados a la bandera de Bilbao; o el espectáculo de danzas sobre el Puente de Calatrava.

Por su parte, las calles del Casco Viejo se convirtieron por un día en una villa medieval, con un espectacular mercado con centenares de puestos de productos naturales y artesanía; cantores de ciego, juglares, titiriteros, bufones y acróbatas; y hasta una exhibición de ferrones o una fiesta veneciana en la Plaza Nueva.

Aunque lo más vistoso fue el espectáculo pirotécnico del francés Christophe Berthonneau sobre las aguas de la ría. Ola de fuego dejó sin palabras a los miles de espectadores concentrados entre el Paseo del Arenal y el Zubizuri.

 


Ale Ibarra Aguirregabiria