San Blas fue uno de los Cuarenta Mártires torturados y asesinados en Sebaste, Armenia, en el año 316 por el emperador Licinio. Fue médico y obispo de la región y entre sus milagros resalta la salvación de un niño con una espina de pescado clavada en la garganta. En el siglo VI la Iglesia adoptó el 3 de febrero como fecha de su festividad litúrgica y se le confiaron las afecciones de garganta.

De esta forma, cada año los bilbaínos besan la reliquia de San Blas ubicada en la iglesia de San Nicolás, depositan su ofrenda y reciben la bendición. Esta se extiende a todos los productos que se pueden adquirir en los puestos del Arenal, como rosquillas, tortas o los famosos y curativos caramelos de malvavisco, también llamados “santiaguitos” en honor a su creador, Don Santiago Olavide, fundador de la confitería Santiaguito de la calle Correo del Casco Viejo.

Sin olvidar la tradición del fino cordón que tras ser bendecido se debe anudar al cuello durante nueve días y quemar después en el fuego de la chapa. De este modo San Blas protegerá a sus fieles ante futuras dolencias de garganta.


Ale Ibarra Agirregabiria