El Regionalismo fue una corriente arquitectónica surgida en España a principios del siglo XX, dentro de una tendencia más amplia definida como Arquitectura Nacional, que propugnaba una búsqueda y resurrección de los estilos históricos españoles así como la recuperación y reutilización de las arquitecturas vernáculas. En el caso del denominado Regionalismo Vasco o Neovasco las referencias se centraron en los palacios barrocos de los siglos XVII y XVIII, las torres y los caseríos. Torreones, aleros con amplios vuelos, rollos en las esquinas, balconadas de forja o soportales eran algunos de sus elementos constructivos más reconocibles.

La burguesía bilbaína deseaba mostrar su poderío económico en residencias que proyectasen su privilegiada situación. En este ámbito el arquitecto Gregorio Ibarreche (primer alcalde nacionalista y a su vez arquitecto de Bilbao) proyectó en 1900 el Palacio Ibaigane para la familia Sota en la Alameda de Mazarredo 23, edificación que recoge motivos inspirados en los palacios del primer barroco, especialmente de Elorrio.

Otros arquitectos como Manuel María de Smith también introdujeron esta tendencia en sus obras, en edificios residenciales como la Casa de Carlos Orúe (1923) en Virgen de Begoña 32, inspirada en modelos del caserío vasco, con amplia cubierta a dos aguas y entramados de ladrillo, o en equipamientos de transporte ferroviario como la Estación de Atxuri (1912), donde introduce una combinación de Regionalismo Montañés y Vasco.

En la tipología de Casas Baratas construidas en la ciudad en el primer tercio del siglo XX el estilo neovasco aparece en distintas intervenciones, con más profusión en las urbanizaciones de baja densidad: Casas Baratas de Zurbaran (1926), del arquitecto Tomás Bilbao; Casas La Unión Begoñesa (1927), del arquitecto Ismael Gorostiza; Grupo Dolaretxe (1927), del arquitecto Enrique Epalza.


Francisco J. García de la Torre y Bernardo I. García de la Torre