Fundada en junio de 1841 por un grupo de comerciantes de Bilbao (Tomás José y Pablo Epalza, Pascual Olábarri, Romualdo Arellano, Pedro Mazas, José Salvador Lequerica, Juan B. Maguregui y Antonio de Ogara) compraron unos terrenos en el entonces municipio de Begoña, ocupados por lo menos desde 1479 por molinos y ferrerías tradicionales, y montaron una moderna instalación de fundición y laminación con la idea original de aprovechar lingote vasco e inglés. Ante los problemas de precio del primero y de calidad del segundo en 1848 instalaron los primeros altos hornos del País Vasco alimentados con carbón vegetal y con mineral de hierro de sus minas de Ollargan.

Sobre estas bases continuaron bajo diferentes formas sociales (Mazas y compañía, Socios de Bolueta) con el negocio de elaboración de hierro en búsqueda de nuevas oportunidades de negocio: clavo y herraje en 1864 con la instalación de fraguas, y la propia mejora de los procedimientos de sus altos hornos (sistema Tourangin…). En 1897 inició el negocio eléctrico, instalando la primera planta de producción eléctrica para el servicio particular en Bilbao. En 1901 instalaron uno de los primeros hornos Martín Siemens del País Vasco.

La aparición y desarrollo de los grandes del sector en 1882 (Altos Hornos de Bilbao y La Vizcaya, fusionadas en 1902 en Altos Hornos de Vizcaya) obligó a la empresa a especializarse en la producción de hierros de calidad y de demanda especializada o a la fundición de equipamiento urbano (fuentes, estatuas, balaustres, farolas,…).

Sin embargo, la creciente calidad y cantidad de las producciones de las grandes empresas obligó a nuevas aventuras empresariales Así, en 1925, en plena crisis del sector, iniciaron la producción de bolas forjadas para satisfacer la demanda de los molinos de mineral y de cemento, inicialmente como una producción complementaria. Pero sus viejos altos hornos ya no resultaban competitivos, por lo que tuvieron que buscar otras producciones.

En 1929 llegó a un acuerdo de cooperación con dos empresas belgas (Safak y Griffin) para producir cilindros de laminación (mediante la filial Fundición Bolueta), quedando reducida la actividad de la histórica Santa Ana a la producción de bolas forjadas.

Tras la Guerra Civil amplió sus terrenos con compras en la península de Lezama-Leguizamón, en donde construyó más viviendas para sus empleados, y reconvirtió sus viejas minas de Ollargan para dedicarlas a cultivos de huerta con los que surtir su propio economato. Además, cerca de la presa, instaló una granja con vacas.

A mediados de los años sesenta del siglo XX, tuvo que ampliar su actividad en el sector de bolas debido a la creciente apertura a los mercados internacionales. Primero desde la captación de mercados nacionales (instalación de una planta en Sevilla bajo la razón Forjas del Guadalquivir, en 1978, para así atender a los mercados mineros del sur de España y de Portugal), pero luego se lanzó a la aventura exterior, primero mediante la exportación y, desde 1993, con una fábrica propia en Chile (Antofagasta) para atender el importante mercado de la minería de cobre.

A pesar de que sus instalaciones resultaron arrasadas por las inundaciones de 1983 consiguieron en poco tiempo reconstruirlas y además se introdujeron en otros mercados: la ingeniería de vías elásticas, los imanes cerámicos y los productos anti-abrasión.

En 2000 se inauguró una nueva central eléctrica, que aprovechaba la presa utilizada por el central desde 1897 y antes por los molinos y ferrerías.

En 2011 tuvo que trasladar su producción a una nueva fábrica radicada en Gallarta debido a la urbanización de la zona de Bolueta ocupada por la empresa desde 1841.

En 2013 vendió sus fábricas de Gallarta y Sevilla y su marca a la finlandesa Metso, pero continua con la producción de bola forjada destinada a molinos de mineral en Chile (Antofagasta) y otras actividades en un pabellón de Bolueta, junto a los solares históricos de la empresa, bajo la marca Sadebo.

Eduardo J. Alonso Olea