A diferencia de los Gigantes, el Gargantúa –una figura plenamente bilbaína– fue creado para celebraciones profanas populares. Su origen se remonta a las grandes fiestas de agosto de 1854. Aunque se atribuye la ocurrencia a una cuadrilla de jóvenes de la buena sociedad bilbaína, su creador fue el famoso bombero Antonio Echaniz, que también era maestro de obra.

Para su creación se inspiraron en la leyenda francesa del humanista François Rabelais, Gargantua et Pantagruel. Según la novela satírica, estos gigantes se caracterizaban por una extraordinaria corpulencia y un apetito insaciable, de forma que Gargantúa fue concebido como metáfora de la buena vida y los placeres mundanos.

La enorme figura de Gargantúa, sentada a la mesa y tirada por caballos, recorrió por primera vez las calles de Bilbao en 1854, tragando a los niños y niñas de la Villa que salían por debajo de la casaca a través de un sirin-sirin o tobogán. La comitiva continuó saliendo durante décadas, hasta que una bomba lo destruyó durante el Sitio de Bilbao de 1874. Al principio vestía terno francés y en los sesenta se le atavió con el uniforme de los voluntarios de los Tercios Vascongados en la Guerra de África, hasta que finalmente tomó el aspecto actual como aldeano tirado por bueyes.

Por aclamación popular reapareció en las fiestas de 1897. En 1934, el escultor Higinio Basterra creó un Gargantúa nuevo gracias a la campaña para conseguir fondos realizada por Radio Emisora Bilbaína. En 1950 figuró por última vez en el programa de fiestas, y acabó abandonado en un almacén de Deusto. En 1962, los escultores José Luis Teresa y Tomás Martínez de Arteaga hicieron la cuarta y última versión que salió hasta los años setenta. En 1979, con las nuevas fiestas, la compañía Cómicos de la Legua lo reconstruyó gracias al patrocinio de la Caja de Ahorros Vizcaína, y desde entonces no ha faltado un Gargantúa en la Semana Grande de Bilbao.

Además, para su perpetuación se creó, en febrero de 1986, la Compañía de Gargantúa, en el café La Granja, con el fin de servir a sus necesidades.


Ale Ibarra Aguirregabiria